Decía mi compañero Sherlock en su precrítica que esta película tiene que ser buena. Diré más. Esta película va a ser buena. También se quejaba él de que, quizá, le falte algo de riesgo. Es cuestión de puntos de vista; yo podría matizar: va a tener un perfil narrativo ciertamente clásico, sobrio. Claro, eso para Sherlock es sinónimo de una estrella menos, de menos entusiasmo, de menos ganas de verla; aquí no hay un Wes Anderson trazando diálogos absurdos ni atiborrando sus imágenes de colores marcianos.
Esto es otro rollo, claro. Tampoco creo que vaya a ser la película del año; ni acercarse. Pero El asesinato de Jesse James es una película a tener en cuenta a la hora de elegir entre lo que nos ofrece la cartelera, porque va a estar trufada de elementos más que interesantes. Empezando por la que va a ser, creo, la Mejor Fotografía en la próxima gala de los Oscars, obra de Roger Deakins. Al tiempo.
En general, todo el apartado técnico será intachable, perfectamente engarzado con la apuesta estética del film, lírico, pretendidamente poético. En esa misma línea profundizarán las interpretaciones de Brad Pitt, polémicamente premiado en Venecia con la Copa Volpi -aunque, seamos honestos, también hay muchos críticos que aplauden sin remilgos el trabajo de la estrella norteamericana- y Casey Affleck, ese espléndido secundario que aquí tiene una oportunidad de oro con un rol con más peso de lo que habitúa, y que de nuevo huele a nominación al Óscar. Y no olvidemos que entre los secundarios de la película figuran nombres que son pura garantía de calidad, como Sam Rockwell o Sam Shepard.
Por lo demás, El asesinato de Jesse James nos trae el enésimo retrato en la gran pantalla de este legendario pistolero, esta vez con metraje largo y todo tipo de pretensiones artísticas. Mucha pausa, mucho silencio; un western con más hierba al viento que arena. Este símil tontorrón explica mucho más de lo que parece.