Cuando elijo títulos, muchas son las veces que no me guío por un afán sintético, pero no así en esta ocasión, ya que considero que con el mismo se explica perfectamente lo que uno se puede esperar de este film.
Gus Van Sant es un director cuyo nombre tendría que sonar a la gran mayoría de los lectores. Para los que no lo conozcan, o incluso para los que conociéndolo no lo hagan en profundidad, Van Sant se caracteriza por ser un director eminentemente dual. Su carrera se debate entre la experimentación mas personal e independiente y un convencionalismo comercial.
Al segundo tipo pertenece la última película estrenada de Van Sant, Mi nombre es Harvey Milk, plurinominada a los Óscars. En la misma línea, el inefable remake de Psicosis o El indomable Will Hunting.
Al primer tipo, en cambio, pertenece, por ejemplo, su trilogía sobre la muerte, con Gerry, la estupenda Elephant y la insoportable Last days.
Es realmente asombrosa la capacidad camaleónica de Van Sant, que le permite sentirse cómodo en cualquiera de los dos tipos de película. En esta ocasión debemos prepararnos para un Van Sant experimental, que se recreará en el mundo skate, con planos secuencia largos, con lentitud en la narración, con profundidad psicológica en el conflicto que pretende abordar.
Según parece, se trata de una adaptación del inmortal texto Crimen y castigo. El problema del film puede estar en el ego del propio director. El hecho de alternar cine independiente con cine comercial le lleva a que cuando realiza una película independiente se cree con cheque en blanco para ser rabiosamente independiente. Espero que no sea el caso.
La película estuvo en Cannes en el año 2007. Se agradece un poco de cine independiente con el que refugiarse del calor del verano en cartelera.