Poco se puede profundizar con esta película que empieza a tratar de mirar las cosas de la vejez con cierto desparpajo, que en ocasiones roza el tesoro de lo moderno en su planteamiento pero que se relaja evitando complicaciones a través de los ojos de sus protagonistas con interpretaciones graves, Rossellini y Hurt.
Para nada colocada como comedia romántica, al revés, desecha y con problemas en la raíz de los mismos, la caperucita roja aburrida que nos encontramos nada más empezar el film juega a un disimulo constante de rechazo y desaprobación hacia su nuevo mundo, aunque es la que pierde fuelle dejándonos en manos cada vez más, de un leñador alejado de la realidad y creando ilusiones sensibles.
De anciana a anciano, pasando por la anciana mayor, una viejecita que recuerda el sentido de la vida, podemos disfrutar de cierta ligereza, de cierto momento antes ya visto en cine con detalles de propia identidad pero sin la fuerza irreverente como para amargarnos o incluso cabrearnos ya que el tema de la falta de longevidad puede lograrlo.
Allí donde se podría caer en picado, hacer un drama que posea humor, Gavras prefiere quedarse con el lado bueno, más comedia, dejando hablar y posando sus garras en caricia. Una profundización más o menos ligera y sin subrayados de las depresiones de esa edad con banda sonora alegre, delatadora imparcial.