Las historias de venganza no pueden encajar mejor entre el público norteamericano. Las disfrutan. A mí personalmente, este tipo de argumentos, cuando están tan cercanos al mundo cotidiano me resultan algo indigestos. Los trago mejor cuando se trata de algo más caricaturesco, tipo Kill Bill. Más que nada, porque corro el riesgo de no identificarme para nada con el personaje protagonista y terminar poniéndome más de parte de su adversario. También es verdad que a veces es eso lo que se busca. En este caso lo dudo.
Envuelta en un thriller policiaco neoyorquino sucio, más propio del telefilm, me temo que esta película se presenta como un producto que no nos va a aportar demasiado, y puede que ni siquiera las dos horas de entretenimiento que se le deben al espectador. Sobretodo si no te entretiene que te cuenten la misma historia de siempre.
¿Y entonces por qué interesarme por esta película y no hundirla en la miseria precrítica? ¿Por qué está Jodie Foster? Pues no, la verdad. Aunque la considero una buena actriz, a pesar de que últimamente su interpretación se reduzca un poco a fruncir el entrecejo, no me parece una garantía de calidad. No hay más que retroceder un par de películas hasta Plan de vuelo, para ver que no son precisamente siempre joyitas. Otro cantar fue su siguiente plan, Plan oculto concretamente, claro que no era más que una secundaria. Recordemos entonces La habitación del pánico. Eso sí.
Bien, la diferencia entre una y otra película es que mientras la del avioncito estaba dirigida por un don nadie, la otra era un buen trabajo del gran David Fincher. Así que llega lo inevitable, fijarnos en el director, y es, en este caso, uno de mis favoritos. Pero antes hago una pequeña mención al resto del reparto. Un sencillito Terrence Howard del que no espero una gran actuación pero sí la suficiente para una película de crímenes. Por ahí anda Mary Steenburgen. viéndola trabajar con Woody Allen o enamorándose de Doc en pleno Oeste de 1885, creía que iba a tener más proyección esta chica. Aquí se le dará otra oportunidad.
En definitiva, es el director, lo único que me hace levantar el culo del sofá para plantarlo en la butaca. Neil Jordan, de quien disfruté hace poco la particular Desayuno en Plutón. Podríamos decir muchos títulos, algunos pueden ser Juego de lágrimas, Entrevista con el vampiro, Michael Collins. Lo importante de este autor, es que aunque se dedique a veces a películas comerciales les aporta su propia mirada personal y esto, precisamente esto, es lo que me hace pensar que puede haber salvación para esta película. Quizá me agarró a un clavo ardiendo, pero hay que tener algo de fe.