Y digo que no es sencillo porque es difícil de catalogarle, porque es difícil de definir en un único estímulo visual, porque ha tocado y tocará mil historias, mil personajes y siempre con ese toque personal e inimitable. Dicho esto, animo a cualquiera a acercarse a su cine, a su elemento vital que suele ser el ser humano dolido de sus guiones, también activista en la responsabilidad de las frases de sus films.
En esta ocasión hasta me atrevo a decir que toca película buena, película sin florituras ni atenciones para el espectador, es decir, nada de dejarle cómodo en la silla como en Amor Idiota, toca sufrir con una protagonista que tiene mucho que contar en el silencio de sus días, en el silencio de un pasado que descrubriremos poco a poco, al abrigo de un sentir cada vez más obsesivo, típico del cine del director catalán, que profundiza normalmente gracias a las obsesión y lo que esta acaba por hacernos hacer.
Después de Forasteros, una obra más suya, podremos acercarnos de nuevo a la esencia de sus películas, con un enfoque quizás más moderno del rodar y del mostrar, veremos hasta qué punto. María Molins (Cobardes) tendrá la responsabilidad de la estrella del minutaje, gran elección, el teatro le precede con buenas críticas y el cine le acoge con tranquilidad pero de forma firme. Roger Coma su partener (Salvador Puig Antich) más acostumbrado a otro tipo de trabajos pero deseando verle en este nuevo rumbo.
Ideal para el espectador que desee entrar de lleno de un drama no tanto de llorar sino de pensar, de sentir con la atención fiera del desconocimiento. Una manera de buscarnos a nosotros mismos en una historia muy profunda e íntima.