Esta es una película inofensiva que no pretende ser más de lo que es. Entrañable, emotiva, amena... funciona tan bien como quiere funcionar, pero quizá uno se queda con las ganas de que hubiera pretendido funcionar mejor. Especialmente cuando hablamos de una película a concurso en la sección oficial del festival de San Sebastián.
El mejor punto a favor es su reparto, con un impecable Robert Duvall a la cabeza que se come la película. Él es la película, su presencia como personaje que intuimos cercano al propio actor, o al menos a la imagen que puede tener. Su carisma y su capacidad para quedarse con el público desde su áspero rol. Pero también su calidad interpretativa, su trabajo con las emociones.
A este le añadimos el toque de Bill Murray y ya tenemos película. Es sorprendente y a la vez comprensible, el respeto reverencial que ha conseguido este actor. No hay más que atender al protocolo de su presentación, tras el periódico, como una verdadera estrella que requiere de redoble antes de su primera aparición. El actor nos regala de nuevo el papel de granuja sin maldad que ya conocemos, a falta de versatilidad nos ofrece su carisma.
Un título que seguramente no retendremos en nuestra memoria, que no pasará a la historia del cine, ni siquiera estará en ningún listado de los títulos del 2009, pero que funciona, y que cuenta con momentos muy buenos como el del incendio. Una buena muestra de cine de época americano, con ese toque de nostalgia de las historias del abuelo, a veces un poco adornadas, pero siempre con un mensaje moral, sencillo aunque también humilde. Junto con el western, uno de los géneros verdaderamente propios del cine americano.