Tramas políticas ocultas en 1970. Todo esto aderezado con seducciones lolitescas. Cine español. Y, ojito, cine de Vicente Aranda. Con esto último, aclaramos ya mucho de por dónde van los tiros...
Lo que ocurre es que, a estas alturas, no es solo que uno ya esté curado de espanto respecto a cuáles suelen ser los intereses de Aranda, sino es que ya le da un poquito igual. En definitiva, uno piensa que sólo puede suceder una cosa: Que acabe por error o por casualidad siendo espectador de Luna caliente y que Aranda, inesperadamente, haga un especialísimo esfuerzo por sorprenderle. O sea, sorprenderme.
Tiene dos actores que me gustan, eso es un punto a favor: Coronado hace tiempo que funciona muy bien en personajes obtusos, secos, directos. Gran presencia, la suya. Y Eduard Fernández es un grande, natural, siempre matizado. Me encanta.
Y trabaja sobre un texto ajeno. Esto podría ser una garantía, una base literaria con cierta solidez para controlar los instintos de don Vicente... pero aún así, ya tenemos ejemplos anteriores en su filmografía que nos demuestran que incluso así puede permanecer incontrolado.
Por eso, sigo con mi absoluta desconfianza. De primeras, no me fío.