En un momento de la película, el anciano ha hecho equipos para un juego de mesa y usa una expresión habitualmente inofensiva: “viejos contra jóvenes”. Por supuesto, a esas alturas de la película, de inofensivo tiene poco. Además de resultar inquietante, consigue resumir muy bien todo el concepto de la película. La juventud, la adolescencia, con sus problemas de autoestima, con sus miedos, con la dependencia emocional de los padres. La vejez, con los achaques, con la senilidad, con el deterioro irreparable. Cada uno con sus mundos: de los raperos y los realities a los viejos recuerdos y a la vida reposada. Dos universos distintos. Para los chavales, esos ancianos no son menos extraterrestres que los de Señales. Y claro, nosotros vemos la película a través de sus ojos, tanto es así que todo lo que vemos llega a través de su cámara. No solo vemos el ambiente rural de los ancianos y su modo de vida; también escuchamos la desesperación de “no tienen wifi”.
Shyamalan usa la decrepitud como algo aterrador. No duda en recurrir a la escatología. No se queda solo en el peligro de la demencia, nos muestra la incontinencia, el vómito, una nalga arrugada. La vejez, mostrada de manera descarnada, da miedo, porque es un preámbulo de la muerte. Al mirar desde unos ojos inocentes, de jóvenes alegres y sanos, el efecto es mucho mayor. Son adolescentes con problemas paradigmáticos de su edad, que deberán enfrentarse a sí mismos, y, en definitiva, madurar. El director plantea una oleada de catarsis para su traca final, que ya conocemos de su obra y que, desgraciadamente, están muy anunciados. Shyamalan no da puntada sin hilo, y por un lado se agradece, pero también resulta un conjunto demasiado buscado. En todo caso, como ya es marca de la casa, el centro de su planteamiento de terror está más bien en el drama y en la superación personal.
Tampoco es una sorpresa encontrar que Shyamalan hable explícitamente del cine. Aquí lo tiene fácil, pues su personaje protagonista está rodando una película. Las reflexiones de la chica salen directamente de la boca del director. Y es interesante que el drama de superación del que hablaba antes, emerge en primer plano. La protagonista habla expresamente del elixir como elemento del drama clásico, asociándolo a lo que necesita su madre -personaje en la película y en la suya, también. Es verdad que a Shyamalan se le ven mucho las costuras, pero también es cierto que él decide mostrarlas sin pudor. Enseña su truco y después, como es habitual en él, le da la vuelta. Hay un giro en la película que en realidad no afecta al desarrollo de los hechos pero sí a lo que creímos que era una evolución de un personaje, y resulta ser otra. Un giro en el propio recurso dramático. Con eso el director riza el rizo de su cine.
No hay elementos fantásticos en la película, pero el director no renuncia a su imaginario. Leyendas imposibles de extraterrestres, transformaciones casi licantrópicas, y algunos trucos visuales cercanos al terror fantástico japonés. Referencias implícitas a cuentos infantiles, como la malvada anciana de Hansel y Gretel queriendo meterlos en el horno. Todo este juego de fantástico sugerido es muy pertinente, pues gran parte del suspense se basa en la imagen distorsionada que tienen los jóvenes de los ancianos.
Y dejo para el final el tema del found footage, porque sinceramente, ya aburre. Vengo tiempo diciendo que es un género agotado y esta película no me ha hecho cambiar de opinión. Los primeros veinte minutos de este tipo de cine son cada vez más rutinarios, y aquí no nos privan de ellos. Por otra parte, Shyamalan, que es un director con un lenguaje visual exquisito, no es el más indicado para este género que tiene su punto fuerte, precisamente, en parecer amateur. Ni es creíble que los planos estén compuestos tan inteligentemente -a veces de supuesta casualidad- ni tampoco podemos ver toda la maestría del director. Cuanto más interesantes son los planos -y algunos lo son- menos funcionan dentro del conjunto. El found footage funciona mejor con directores discretos. Sí que resulta interesante, como ya he comentado, para enfatizar el punto de vista.
No es esta la mejor película de Shyamalan, y quizá pesan demasiado Señales y La joven del agua, pero está claro que ha vuelto, que ha dejado atrás los dos últimos encargos insípidos, y que tiene ganas de seguir arriesgando. Que siga así.