Si la mayor incógnita de esta cinta era si Henry Selick pudiese hacer un gran trabajo sin la mano de Tim Burton detrás, la respuesta no admite dudas. Estamos ante una película visualmente sobresaliente. La trabajosa técnica de stop-motion unida al rodaje íntegro en 3D, nos ha dejado una película estéticamente impactante, que me ha dejado con la boca abierta en muchas escenas.
Desde el punto de vista técnico, la escena del jardín simplemente me ha parecido sobrecogedora. A cada paso que daba Coraline, en que iban creciendo las extrañas plantas, todo se iluminaba, llenando la pantalla de vivos colores y estrambóticas formas. Así como también el momento en que el mundo paralelo se iba desintegrando, creando la nada o el magnífico efecto que se conseguía cuando el túnel entre las dos puertas se iba ensanchando, jugando con las dimensiones y transportándonos casi dentro del film. Momentos mágicos que casi detenían la respiración.
Pero a parte de la técnica, que también nos regala encuadres y perspectivas difíciles de encontrar en la animación fuera de Pixar, debemos hablar de la historia. Coraline es una niña que descubre tras una pequeña puerta dentro de su casa, un mundo paralelo al suyo, en el que todos sus sueños se hacen realidad. Es inevitable que muchas cosas nos recuerden a El laberinto del Fauno, como la gris existencia de una curiosa niña que se llena de vida al cruzar un umbral, esos paisajes apagados llenos de misterio o la reiteración del juego que hay entre la realidad y el sueño. También se deja ver el toque Burtoniano en muchas imágenes con sus retorcidas formas cónicas y enroscadas o el trío de fantasmas que recuerdan tremendamente a los chicos de Oogie Boggie de Pesadilla entes de Navidad o el contraste de colores y luz que hay entre los dos mundos, como pasaba en el mundo de los vivos y de los muertos en La novia cadáver o incluso algo de Eduardo Manostijeras cuando la malvada adquiere su verdadera forma. E incluso Alicia en el país de las maravillas, flotaba en el ambiente, con un gato enigmático que ayudará a Coraline en su camino.
Aún con la inevitable referencia a otras obras, Selick ha intentado desligarse, creando unos personajes secundarios excéntricos rayando la locura. A medida que los iba presentando en el mundo real, con sus peculiares existencias, en el mundo paralelo se desbordaba la imaginación en sus nuevas actividades. La escena del teatro con la actuación de las orondas vecinas semidesnudas, me ha hecho soltar un par de carcajadas, que aún no he podido diferenciar si fue porque mi lado infantil brotó a la superficie al ver esas carnes enjutas tapadas con tan poca ropa o porque simplemente era una escena genialmente cómica.
Para los que quieran ver más allá de la maravillosa estética y la desbordante fantasía, estamos ante otro cuento que deja entrever la evolución de una niña con una imaginación excesiva en su paso a la madurez. Selick ha conseguido condensar el libro de Neil Gaiman (aunque a veces se deje notar las prisas de querer contar muchas y saltar rápidamente de una a otra) y logra crear ingeniosamente la duda entre realidad y ficción, con una fina línea creada conjuntamente por Coraline y su joven vecino Wybie.
Una cinta que decididamente no sé si los más pequeños podrán apreciar en toda su magnitud e incluso puedan asustarse en el tramo final, aunque toda fábula tenga su gran malvado, que en esta ocasión, da miedo de verdad. Para los adultos, es una pequeña joya más que incluir en el cine de animación.