Crítica de la película Yo soy la Juani por Iñaki Ortiz

El tanga a la vista, que flipe de altavoces, me hago un moldeado, tetas nuevas, quiero tirarme a un famoso, te mando un sms, imprudencia temeraria, viva la juani. Esta película contiene un buen conjunto de aquello que desprecio de la moda juvenil de nuestros días. El lado más oscuro del tunning. Y me encanta verlo todo unido con la exageración tan propia de lo real. Uno no sabe donde termina la disección y empieza la parodia. Que grandes las escenas de los sueños. Una película sobre ese mundo recubierta de ese mundo. He disfrutado riendo yo solo en muchos momentos.

Para empezar por su maravillosa banda sonora, y eso que a mí el hip-hop me suele dejar frío. Esta música se funde a la perfección con el ambiente, y con él todo el estilo de la película que comienza con esos maravillosos fuxias y esa valentía de soltar los títulos de crédito completos (esos que suelen ir al final) a ritmo de música electrónica.

Me quedo con la escena de la carrera con los chicos encima del capó. Perfecta. Por dos razones, la primera que se haga esa fusión con el “Need for speed: Most Wanted” que define claramente el concepto de estos personajes; la segunda que la Juani disfrute así con ese paradigma del poder psicológico que es conducir a su novio. Inmenso. Bien plasmado.

Si acaso algún momento central de la estancia en Madrid de la Juani resulta un poco monótono, quizá lo peor sea su ir de compras y ponerse guapas que nos retrotrae al cine más pobre de los ochenta. Mucho retraso en esa escena y un riesgo para la película de caer en lo pobre.

Lo mejor, sin duda la Juani. Esa especie de Natalie Portman agresiva que transmite una potencia impagable. La actriz y el personaje. Dentro de tanto suburbio mental la Juani se mantiene dentro de su propia personalidad, con sus propios principios. Ella no es un intento de la Yola Berrocal como su amiga.

Toda la película tiene un argumento muy convencional salpicado de un estilo, visual pero también apreciable en el guión, que la hacen especial. Un final bello y triste igual de convencional pero con estilo propio.