Hipnótica propuesta la de Soderbergh. Me esperaba más bien una película centrada en el falso documental, pero el director, dentro de su pretenciosidad innata, intenta hablar de muchas cosas, logrando que, por momentos, el engranaje funcione.
En primer lugar, Soderbergh estaba muy poco interesado en el morbo, y aquel que se haya acercado a ver la película por ese motivo, se habrá llevado un chasco, apenas un par de desnudos.
En segundo lugar, Soderbergh quiere recrear en esta película la forma de pensar de cualquier persona. Él considera que cuando una persona anda por la calle va pensando en dónde va a ir y dónde acaba de estar, mezclando los tres tiempos continuamente. Y eso es lo que ha querido reflejar Soderbergh a través de un relato caleidoscópico y fragmentado que tiene sus pocos momentos buenos y hace que la película se abandone muchas veces en la confusión. Y que debe mucho a Vivir su vida de Godard.
En tercer lugar, Soderbergh consigue hacer una película muy marcada en su tiempo, en los inicios de esta crisis financiera y económica mundial, en la manera en que esos tiburones se confiesan a Chelsea, antes de las elecciones, viendo los lobbies.
No contento con ello, Soderbergh también quiere mostrarnos lo arraigada que está la cultura empresarial a todos los niveles en la sociedad estadounidense y neoyorquina. Y, para rizar el rizo, también nos habla del poder de los blogs, de cómo se comercia con los comentarios. Justo antes de una Ley que se va a aprobar en Estados Unidos que va a exigir a los blogs desvelar quién los financia.
batiburrillo que funciona por momentos y que hipnotiza y marea a la vez. Me he encontrado algo más de lo que me esperaba, con una Sasha Grey que consigue aportar naturalidad en una película en la que los actores están más al servicio de la cámara.
Interesante.