Por fin, después de un comienzo titubeante (Episodio I) y una porquería incalificable (Episodio II), Lucas nos cuenta (estoy de acuerdo con casi todos mis compañeros) por fin la historia que realmente quería contar, la que justifica la existencia de los dos episodios anteriores: La caída de Anakin al lado oscuro de la Fuerza.
Y lo hace a lo grande, reencontrando momentos de buen cine, como señalaba mi colega Hypnos. Esto ya no es la sucesión de escenas a la carrerilla, para llegar corriendo, lo antes posible, a la parte interesante de la historia -que es lo que era el Episodio II. Aquí Lucas se detiene en esa escena preciosa (mil veces más hermosa y certera que las estúpidas y manidas cursiladas de poesía de estudiante de primaria que se sueltan en la película anterior) en que Anakin y Padme miran a la gran ciudad desde sus respectivas ventanas y desde la distancia, uno casi cree que pueden verse.
Lucas demuestra que aquí sí tiene algo que contar al sentar a Anakin junto al Emperador en esa especie de salón de ópera... ¡y el diálogo dura más de 1 minuto! Sí, levanto las manos alborozado porque esto no había ocurrido antes en la nueva trilogía. Además es una confrontación dialéctica brillante, los primeros pasos del adoctrinamiento, de la caída al Lado Oscuro. Como dice SHerlock, esa leyenda (que el Emperador conoce de primera mano, seguro) se merece formar parte de los mejores mitos y leyendas de la vieja trilogía. Y Lucas, por fin sabio, se toma su tiempo en desarrollar la escena, con paradas, inflexiones, silencios. Majestuoso.
El oscurecimiento paulatino del alma de Anakin, al contrario que a Hypnos, me parece muy bien llevado, con subidas y bajadas, dudas constantes, muy acorde con el carácter de Anakin, que parte del orgullo casi a la esquizofrenia. Lo único que no me gusta es el giro final, el sometimiento final. Lucas nos lleva al personaje hacia esa escena de manera fabulosa, pero en el momento clave, cuando tenía todas las piezas en su sitio, perfectamente situadas para hacerlas encajar, alguna nota falla y ese compás final es disonante.
"¿Qué he hecho?", grita Anakin horrorizado al ver que su acción ha propiciado la muerte de Windu. Pero enseguida hinca la rodilla en tierra, agacha la cabeza y se somete, completamente convencido, a los dictados del Emperador. Y no da la impresión de hacerlo porque está indefenso ante él y sus maléficos poderes. (O al menos la actuación de Christensen no lo sugiere; que hubiera sido una opción másrealista dada la escena, pero tampoco satisfactoria. Tiene que caer al Lado Oscuro porque ha sido plenamente inducido, alienado.)
Una interpretación, la de Hayden Christensen, medianamente por encima de lo que yo esperaba -aunque bien es cierto que yo no esperaba absolutamente nada de él. Aún así, en las fluctuantes escenas en que Anakin es presa de sus dudas, el muchacho se defiende mejor que cuando, con el personaje ya convertido en la pura imagen del mal, debe hacernos llegar esa fuerza con su mera presencia... Presencia a la que aún le falta un bastante de poderío. No obstante, dentro de su medianía, mucho mejor que en el Episodio II.
Los aciertos de Lucas, a lo largo del metraje, podrían seguir siendo citados: La poderosa (e inteligente) escena de la Orden 66: la masacre de los Jedis. Inteligente, digo, porque nos presenta la idea de ese orden del Emperador con el intento frustrado de asesinar a Obi Wan y la finaliza con el equivalente en la persona de Yoda. Entre medias, vamos viendo esa sucesión de ejecuciones. Sí, poderosa e inteligente. Como el personaje de Grievous, o como cojones se escriba.
¡Un droide tísico! No sé si el personaje de marras será creación de Lucas o de alguno de los currantes de su rancho Skywalker, pero ¡qué ingenio! Qué malvado tan espectacular. Esta saga (ambas trilogías) nos ha regalado tres villanos como la copa de un pino: Vader, el Emperador y este droide enfermo... y nos ha dejado la imagen demoníaca y poderosísima de Darth Maul; lástima que esa gran silueta fuera tan inútilmente desperdiciada. (Aún así, aclaro que la pelea de espadas láser de Qui Gon y Obi Wan contra Maul me pareció soberbia, con esas paradas, esos descansos obligados, cada uno a un lado de las puertas de energía...)
La pelea final casi tiene más fuerza por la carga de emotividad existente entre ambos personajes, Obi Wan y el que fuera su discípulo, que por la calidad visual real de la escena: el escenario siniestro, la lava, el fuego... quizás ya muy vistos. Aún así, el duelo mantiene la tensión que necesita y termina a lo grande, con una fuerza inmensa, con Anakin henchido de ira incluso tan cerca de la muerte, sus piernas cercenadas, resbalando inexorablemente hacia la lava.
Hasta ese poderoso desenlace Lucas transita durante unos minutos por un camino excesivamente veloz; de nuevo nos descubre que ese tramo le interesa menos y pasa por encima, recordando aquello que, con motivo del Episodio II, bauticé como 'estilo Sinópsis': escenitas de un minutito y basta, para explicar justo lo que pasa y tirar p'alante.
Defectos menores de una película que, esta vez sí, engloba la historia que Lucas quería contar. (Aunque entiendo, ahora, la necesidad de las dos anteriores, por ejemplo, para que podamos conocer desde donde ha ido creciendo y tejiendo su tela de araña el Emperador. ¿Quizás hubieran ganado los dos primeros episodios si el senador Palpatine hubiera sido más protagonista?)
Cuatro estrellas. Sí. Y es que alguna de las viejas también es, 'sólo', de cuatro estrellas.