El punto de partida puede ser
interesante. Centrarse en el drama que podían vivir los hijos de
quienes habían decidido por ellos llevar una vida de guerrilla. Está
bien que el niño sea un protagonista absoluto y no sólo un medio
para contar la misma historia de siempre. En definitiva, la premisa
de la que parte Benjamín Ávila y a la que se aferra coherentemente
hasta el final, podría haber dado buenos frutos. El problema es que
la ejecución hace aguas por todos lados.
Situaciones forzadas y tópicas, que
rozan el despropósito en la secuencia de la discusión con la
suegra, o en los momentos ridículamente marciales. Desarrollo
previsible y obvio, con el ejemplo más claro en la frase que cierra
la película. Un guión sin puntos fuertes, sin solidez. Por otro
lado, excesivamente edulcorado con los protagonistas y su maravilloso
mundo de idealismo en el que siempre hace el sol. Tampoco el reparto
está demasiado a la altura, con la salvedad de Ernesto Alterio,
cuyo personaje es el único que brilla un poco -especialmente en la
única escena con chispa, la de los caramelos.
Aunque quizá, el verdadero lastre de
la película viene de una dirección extremadamente vulgar, llena de
tópicos. Una fotografía de brocha gorda, con ensordecedores filtros
verdes. Un exceso de planos con la profundidad del campo reducida al
mínimo, y juegos de luz más propios de un spot publicitario que de
una obra para el cine. La banda sonora también resulta cargante, por
duración y por su -una vez más- vulgaridad. La manera en la que se
ha decidido rodar esta película es aquella que cualquier director
con un mínimo de experiencia -o talento- desecharía por obvia.
Pero lo importante, siempre, en el
aspecto formal, no es su calidad en sí misma sino la eficacia sobre
la obra. Y aquí está el verdadero fallo. Las situaciones de tensión
no tensionan -y eso que es fácil poner al público a comerse las
uñas cuando una familia de guerrilleros están a punto de ser
capturados: pues nada. Los dramas no impactan -y eso que los hechos,
hacia el final, son demoledores. La historia de primer amor, que
pretende ser rodada con cierta magia y delicadeza, resulta gris -a
uno le viene a la cabeza Moonrise Kingdom y mejor no hacer
comparaciones. En definitiva, una historia con buena premisa que está
pobremente desarrollada y muy ineficientemente rodada. Eso sí, a la
academia argentina le ha maravillado.