La sensación que más me invadía mientras veía la película era la de melancolía y pena porque me temo Oscar Wilde hubiese disfrutado mucho en esto del cine. Su prematura muerte en 1900 quizá nos haya privado de un talento ingente y maravilloso aplicado al cine.
Y es que uno oye hoy sus sentencias y sus líneas de diálogo y siguen pareciéndoles inmortales y geniales, vivas, con chispa y fuerza. Y he aquí la mayor virtud de esta película: su guión. Y no sólo porque el texto original sea ya de por sí muy bueno, sino porque su adaptación, incluyendo el cambio de situación de la acción es de notable.
Ahora bien, quizá el mayor problema que le veo a la trama y al guión en su conjunto es que, por un lado, se nos adentra en una disección muy interesante acerca del matrimonio, sobre este punto retornaré más tarde, y sobre otros valores más propios de la época que se retrata; pero, sin embargo, el guión se queda en una faz excesivamente amable y limpia. La Costa amalfitana en 1930 no era un paraíso aislado del mundo, y si se decide ambientarla ahí sería de agradecer que se diese un paso más y ésta se dejase empapar por la deslumbrante situación política de la época. Este añadido, que quizá hubiese sido matar en cierta manera la brillantez de la pluma de Wilde, hubiese dotado a la película de un ambiente y de una densidad que necesita, al menos, en mi opinión. Hubiese sido el elemento definitivo que hubiese abierto las puertas a esta película para aspirar a tener una mayor entidad.
No obstante, tal y como está la película me gusta y mucho. Se trata de una de estas películas amables, de fácil visionado y, para muchos, obsoleta. Retomando el tema de la disección del matrimonio y de las relaciones personales, debo decir que me parece que el texto de Wilde tiene una vigencia incontestable. Desde luego, el resto de relaciones más basadas en el qué dirán, es decir, todo lo que forma parte del corrillo que se encarga de desacreditar a Helen Hunt, sí que es más propio del pasado.
Pero lo que tiene que ver con la mentira en la pareja, cuando Robert empieza a ocultarle su relación con Helen Hunt a Scarlett Johansson, la forma en que ésta reacciona, el despecho, las intenciones de Lord Darlington, la manipulación de éste, la inocencia de una mujer que idealiza, tanto el matrimonio como a su madre. Desde luego, toda idealización sale muy mal parada cuando en ella se fija Wilde.
Las actuaciones está muy bien. Helen Hunt está esplendorosa, y Scarlett Johansson también. Borda como nadie el papel de mujer recatada y silenciosa, pero cuando tiene que encarnar arrebatos, como la fiesta de su cumpleaños, lo hace y sacando nota. El resto de secundarios, entre los que destaca el siempre correcto Tom Wilkinson, aparece bien orquestado, directos a mantener siempre la amabilidad y la sonrisa en el espectador.
Y, por último, felicitar el trabajo de Mike Barker, el director, que me parece que arranca la película con mucho brío, me encanta cómo se presenta de espaldas a Helen Hunt, y cómo se nos muestra su modo de vida en apenas tres minutos. Después consigue no perderse ni perdernos en la ajetreada vida social de café y aperitivo de la costa amalfitana.
Una película digna de recomendación para todos aquellos amantes del neo-forty.