Se acaba de ver en el festival de
Cannes, como inauguración de la sección oficial, y la tenemos ya en
nuestras pantallas. La última película de Woody Allen, para
mí siempre una cita ineludible. Además parece haber tenido una
buena acogida entre la crítica, lo que ya no siempre es norma como
antes.
Un reparto muy completito, con Owen
Wilson a la cabeza, un actor que funciona bien en la buena
comedia (Wes Anderson, Ben Stiller) y que en manos del veterano
director no tendrá problemas. Adrien Brody, también de
demostrada eficacia en la buena comedia; la francesa más
internacional, Marion Cotillard; Michael Sheen, el Tony
Blair de La reina; y
la mítica Kathy Bates. Y por su puesto, la
colaboración que es un gag en sí mismo: Carla Bruni.
Con este reparto tan interesante, Allen
vuelve a asomarse al Sena como lo hiciera en Todos dicen I love
you, y seguramente también a las sugerentes obras pictóricas
que custodia la ciudad de la luz. París será así su musa, como lo
fue muchas veces Nueva York, como lo fue Barcelona, Venecia o
Londres. Con ese canto homenaje que lanza Allen a las ciudades, a su esencia y a sus tópicos, tan
cercano a la parodia. Y es que una parodia del cineasta vale más
que un sincero homenaje de muchos otros.