Shinya Tsukamoto deslumbró al mundo en su día, hace ya demasiado tiempo, con una película muy adelantada a su época, Tetsuo. Como Ridley Scott, sólo por ello puede vivir de rentas toda su vida. Pero todo tiene un límite.
Le permitimos hace un par de años su Nightmare Detective porque aunque jugaba con los más trillados recursos del ya de por sí trillado terror japonés, tenía su propia su personalidad, su gracia. Comenzaba con una premisa interesante y original que en seguida perdía fuerza y a medida que avanzaba la película empeoraba. No es este un buen marco para realizar una segunda parte.
Pero esto es terror, señores. Las secuelas están a la orden del día y vende mucho más el nombre que la calidad. Seguramente tendremos en persona a Tsukamoto en la semana de terror una vez más. Uno de los pocos ambientes en los que este hombre se podrá seguir sintiendo respetado.
Sólo se puede esperar que siga manteniendo su propia personalidad, algo a lo que agarrarnos para visionar un trabajo que de entrada no tiene ninguna justificación. Todo sea por traer a Tsukamoto a San Sebastián.