Crítica de la película Reykjavik-Rotterdam por William Munny

Decir cine islandés no es decir demasiado, porque en realidad, muy a pesar de muchos y a alegría de otros tantos, se trata de novela nórdica y negra, novela de esa de su hermana mayor la saga Millennium tan triunfadora en papel y en cine, guión para cine que bebe de esa prosa tan comercial de los últimos tiempos. Reykjavik Rotterdam es una historia de acción y personaje atrapado que como cine de entretenimiento y oferta al menos no mala o insincera, no está mal.

Ni cine duro ni cine espectacular, ni cine de presupuesto largísimo ni cine casposo, es un cine hecho con ganas de hacerlo bien, con guión, con aciertos en cuanto a sus contenidos realistas y sus poses de creación adecentada pero cordial. El ver escapar a alguien no es lo mismo si lo hace en una cámara lenta y con una explosión megatómica detrás, que el mismo escapando a ritmo mortal y con un poco de fuego con gasolina iluminándole como mandan los cánones de la realidad más novelesca. Así se entiende su llegada desde el libro y no desde el guión puro y duro para cine, que existe cierto decoro por la normalidad.

Una curiosidad, la presencia en el lugar del protagonista de Baltasar Kormákur, director de Jar city, The sea o Verdades ocultas, y que liderará el elenco de actores. La película ya tiene vendidos sus derechos para hacer una versión estadounidense de esta trama entre el mar y la tierra, un viaje desde Islandia hasta tierra firme, un viaje de siempre ahora contado en plan líder de ventas pero con sabor.