Desde el comienzo, bien enlazado y enlazador, la película te atrapa desde tantos frentes, que el mero hecho de contemplar un pecho manchado de sangre no te resulta excusa para nada. En un momento, transmisora de belleza y crueldad, de monotonía y a la vez pasión, con personajes que a aferran a uno como lapas bien domesticadas por el guión.
Dejar hablar e interconectar el pasado y el presente no es tarea fácil. Las capacidades de todos, las de los actores, las de la novela y las del director majestuosos se unen para dar de merendar al espectador, y después irle añadiendo al recetario de posibilidades de cena una serie de gustosas buenas maneras de diálogo y de cámara.
Alrededor de la hora, cuando todo parece aburrirse en el resto de mortalidades y producciones, se resuelve el tema para enredarse más, porque como hay un buen mimbre trabajado con anterioridad, todo resulta cómodo, todo es razonable y todo es claramente representativo de lo que ha sido representativo hasta el momento. La dureza con la que la tristeza va haciéndose una más en el espacio entre la escena y el receptor es digna de mención. La música solo acompaña de manera correcta unos sentimientos ya adquiridos con sinceridad.
El poema realista del que nos habla, el del ser humano, con todos sus extremos, es una apología a la vida y a la pasión, como ese eterno y enfermizo caer de opbsesiones de cada uno que termina por condenarlos a todos de una u otra manera. El ideario del film es la bondad a través del buen sentimiento, el sufrimiento cuando es inflingido en personas buenas. El amor como ser irremediable que nos acaba atrapando antes o después. Es todo, es el ser humano tremendo.
La segunda lectura, la de los desaparecidos, la de la injusticia es una lectura interna de su propio país, Argentina, el resto podemo separarnos con una historia universal que cala, duele, hace sentir un estupor que hace pensar por un momento que el mundo merece la pena. Pero solo es un momento, pronto se apaga la pantalla al final de los títulos de crédito.
Darín no está mejor que nunca, está real, su entorno una baraja de personalidades enteras. Ella, Soledad Villamil, capaz y resuelta, evocadora y sensual, con unos ojos suplicantes en todo momento que nos obligan a pensar. Su historia de amor es la tantos, pero el contexto de la misma, un dulce caer literario pasado a cine que nos ha congelado la sangre a todos. Gracias.