Es posible aún encontrarse a la salida del cine con personas que se sienten incomodados por los trazos de Shyamalan, protestones que no pretenden neuronarse y que jamás querrán (y no tienen por qué) interesarse por un movimiento de cámara o el tono de la luz en un plano secuencia, gentes de dudosa capacidad de concentración que a mis espaldas rezongaban y alarían una equivocación que no era otra a mi entender que acercarse a esa sala para tener miedo, ya que estaba diseñada para tener algo más, inquietud, suspense, intriga y calma liberadora.
Una vez más el pincel es recubierto de buenos momentos, ritmo generoso y necesario, buenos giros y cámara inquieta, actuaciones de registro y una serie de construcciones de guión que a los ya veteranos debería de no sorprendernos. La sorpresa es lo de menos, lo interesante es creer en algo tan grande desde algo tan pequeño, porque hasta los estúpidos de atrás enmudecieron con la casi muerte de Lucius. Y eso sólo lo hace Night.
Pero si hasta se permite el hecho de mostrarse en pantalla en el umbral de un reflejo para explicar su historia en nuestras narices, al público en general, y es que creo ese final disculpable pero demasiado explicativo viene dado a su público curioso, ese que en sus películas sale extrañado, a los demás no nos hubiera hecho falta. Ya sabemos lo que pretendes.
Lo conjuga casi todo y bien, por eso es de los más completos, por eso me encanta, quién sabe si los temas serios los tratará igual algún día.