No me ha resultado extraño disfrutar con el anonadado de mi rostro en los primeros minutos y momentos de la película, como siempre sucede con Tarantino. No me ha sorprendido que el interés y las escenas “escenonas”, llenas de carácter y sobre todo personajes, hayan fluido hasta dejarnos atrapados por el film y su premisa como espectadores sabedores que la eterno “chuleofrase” siempre funciona en el cine de duros. Tampoco me ha descolocado el ver un cine del oeste con banda sonora de negro Shaft.
El trabajo de Tarantino se mantiene en el tiempo rugoso y talentoso, con su personalidad, y sus buenísimos comienzos aunque lánguidos y tremendos finales. Le puedes perdonar el exceso de sangre, pero no su dirección, siempre intocable por encima de todo, su manera de conjuntar imágenes, fórmulas de mostrarlas y atrezzo a ritmo de música sacada de la nada. Disfrutar de sus creaciones siempre es una delicia que pasará a la historia.
Lástima ese final tan escandalosamente largo y redundante, lástima ese acelerón final para cuadrar todo, lástima ese giro irremediable donde hasta ella roza la comedia en algunos gestos. A pesar de eso una delicia. Qué dirija pronto otro film.
PD: ¿Cuántos minutos un neófito tardaría en darse cuenta de detrás de Stevens estaba Samuel L. Jackson? Gran caracterización. Bien parece que en sus secundarios siempre encaja todo el mundo, sea quien sea, incluso el escueto Leonardo DiCaprio. El único se sobra él mismo con menos pinta de vaquero que un pinguino con Coca Cola.