No hay nada en ésta película que merezca especial mención. Todo se queda a medias. Quizá sea eso lo más destacable. La fotografía está bien, pero la potencia visual está a años luz de la que Gibson nos dejara con su Pasión de Cristo. A nivel histórico, sin ser yo ningún experto, no muestra nada que chirríe demasiado, pero tampoco aprende uno nada viendo la película. Y respecto a la narración, pues poco le importa al espectador lo que esté pasando, la verdad.
Con lo que el tiempo pasa, sentado en la butaca, delante de la pantalla de cine y con las luces apagadas, pero sin muchos más sintomas de que uno se encuentre viendo cine. Cualquiera podría decir que está en el salón de su casa viendo el National Geographic mientras echa la siesta.
Sin potencia visual, sin historia y sin recreación histórica, a Gibson pocas armas le quedan para golpearnos, agitarnos y levantar nuestras pasiones. El podrá decir que sólo quería hacer una película sobre una tribu de indígenas justo antes de que llegaran los españoles, pero es que la película sí que deja entrever su vocación provocadora, aunque no consigue provocar nada.
Decepcionante, sin estar realmente mal. No pasará a la historia del cine precisamente.