La verdadera naturaleza del interés de esta película es el mérito de cualquier película cubana con repercusión en el mundo o que consiga lograrla. Conseguirla a base de zombies pululando por La Habana pues añade curiosidad y logro de taquilla.
Probablemente con la copia de escenas de la retahila de películas del género pero trasladado al mundo cubano y de las callejuelas de una ciudad totalmente distinta a lo que podamos haber visto en cine. Con detalles más que curiosiosos de su día a día sólo aptos para conocedores del lugar, se presenta como un doble esfuerzo de contemplación, el del divertimento y el del documental generoso para con los hábidos curiosos de régimen.
Alejandro Brugués (Efectos personales) estimula a propios y a extraños. Con una clara burla y un mensaje ambiguo que cada cual pueda tomar como quiera, el triunfo es plausible tanto dentro como fuera de la isla, aunque es muy posible también que muchos no la vean ni dentro. Una revolución en todos los sentidos pero sin balas, esta vez, en forma de sangre de no muerto guayabero.