El planteamiento es sencillo y sincero: zombies nazis. Aquí
podríamos parar la crítica porque creo que cualquier lector se ha hecho ya una
idea clara.
El cine de Zombies, todo un subgénero que ha crecido tanto
que ya tiene sus propias variaciones, se mezcla aquí con el género nazi. La
estética de los uniformes alemanes está muy inmersa en la imaginería colectiva,
relacionada con el mal, así que encaja a la perfección con este subgénero de
terror. Además se complementa, el orden siniestro junto con la agresión
salvaje, el aspecto impoluto exterior de la ropa con el demacrado cuerpo
interior. Dos diferentes terrores, el de la instinto salvaje y la calculada violencia.
En todo caso, un argumento de este tipo sólo se puede
abordar desde la chanza, que, al fin y al cabo, es a lo que ha derivado la
inmensa mayoría de las películas de Zombies, cada vez más extendidas. Ahora
podemos ver esa opción comercial que es Zombieland.
La película es noruega, juega con la sangre en la nieve, contraste
similar al que comentábamos antes, no puede ser más claro: el blanco puro y de
frialdad extrema contra el desecho corporal de la muerte. Se podrá ver en la semana de terror de San
Sebatián y posiblemente en pocos lugares más, más allá de la descarga friki de
turno. Sin duda, una mala película para disfrutar de lo lindo. La factura no parece mala.