A Serbian Film es una película castigada por la doble moral de nuestros tiempos, eso sí, la de los países ricos que pueden decidir como y de qué manera consumir los bienes culturales, es decir, si son legales o no, si son aptos o no, si nos convienen o no. Lo que sale en ella es probablemente una verdad como un templo que el cine vuelve a acercar a ojos de quienes no lo pueden observar por sí misma, de una manera natural. El cine es por tanto una vez más un vehículo de muestra, por mucho que lo que muestra sea algo infame.
La barrera está en un lugar, bajo mi punto de vista, más bien claro, es una ficción o es una realidad que pretende abastecer a los amantes del suceso indecoroso…si se trata de una ficción bien recreada con clara alusión a la denuncia de los hechos, por mucho que trate de hacer dinero con ello (que tire la primera piedra el primero) adelante, pero si es clara apología de y por, pues prohibido, de acuerdo, como otros símbolos y demás actos que no deben permitirse al menos bajo el prisma de los derechos humanos o sobre humanos.
Está bastante claro que la capacidad de la película debe ser bien separada de la temática, como haríamos con los maravillosos trabajos, técnica y publicitariamente hablando, de Leni Riefenstahl con la esvástica como emblema principal. Es evidente por tanto que entender lo que se ve siempre ha sido por tanto lo importante, pero en lugar de interesarnos en investigar en fórmulas para el buen entendimiento, parece que el camino es la persecución de una película dura, sí, pero no por ello ilegal. Las leyes no sostienen su delgada línea roja y la solución es hacer unas a medida.
Defenestrarla consigue el efecto contrario, herirla sólo consigue desprestigiar su mensaje de cine de terror pero también de muestra y denuncia por muy asquerosa que sea, y mientras, aunque no queramos creerlo, miles de violadores de la infancia son detenidos por el mundo continuamente. El delito es de quienes lo practican y no de un film que muestra como la hacen. La recreación en forma de terror provocador es sólo una manera de ir más allá dentro de un público no convencional que supera la barrera de la brutalidad con facilidad pero que está informado y preparado para ello. Entiende por tanto su contenido y disfruta de la salvajada por la enorme capacidad de parecerlo. Los amantes de este cine nunca han salido de las salas deseando repetir las hazañas de los crueles héroes de la pantalla, eso sí que lo tengo claro. Y desde luego, que no se eche las manos a la cabeza quien no se haya ni siquiera informado de lo que va a ver, que estamos en el siglo XXI.
Quitemos directores de festivales de en medio, los que hagan falta pero el problema seguirá ahí, eso seguro. El cine se encarga de muchas cosas y una de ellas es hacer realidad sueños, lo que Hollywood siempre quiso, pero también pesadillas, y sin ningún miedo, porque también forman parte del mundo, ese que intenta recrear el cine, ese que a veces no nos gusta. Claro que no.