Birdman, o el esperado defecto de los Oscar.

Y un año más, nos pasamos la noche en vela para ver los Oscars. Nadie sabe muy bien por qué, pues las galas son casi siempre aburridas -este año no ha sido una excepción- y los premios son altamente discutibles -este año ha sido especialmente malo- pero el caso es que ahí seguimos, hasta pasadas las 6 de la mañana, tuiteando sin parar. Vamos con los premios.

Como algunos ya sabéis, considero que Birdman es un ejercicio de onanismo infructuoso y que en muchos aspectos, es un videojuego. Así que ya os podéis imaginar que no estoy nada contendo con el premio a mejor película, y mucho menos con los dos premios para Iñárritu, dirección y guión original. Tampoco me gusta el premio de mejor fotografía para Lubezki, que a pesar de ser un gran profesional, en este caso tenía que bregar con unas condiciones de iluminación precarias, y con un retoque muy invasivo de luces y colores en posproducción. Considero que su valor más aceptable está en los actores y precisamente ahí no se ha llevado nada. Clara triunfadora de la noche, en cualquier caso.

Los dos protagonistas, son buenos actores en películas sin demasiado interés. Eddie Redmayne hace un trabajo exquisito y muy del gusto de la academia en la correcta La teoría del todo. A Julianne Moore se lo debían. El premio más terrible de una noche terrible fue para el desastroso guión de The imitarion game. Prefiero no añadir nada más que mi crítica.

Así que en el grupo de premios principales, nos encontramos ante la que quizá sea la peor cosecha desde el 97 (Titanic, o el hundimiento de la academia). Si vamos a los premios menores, tenemos más luz. Tres premios para Whiplash, y muy bien dados, a su montaje, a su sonido y a ese increíble JK Simmons. Boyhood se salva del vacío con Patricia Arquette. Ida, premio razonable a película de habla no inglesa. Tres premios menores para la excelente El gran hotel Budapest.

La gala

De un tiempo a esta parte, las galas de los Oscars para mí tienen dos problemas básicos. El primero es lo previsible de los premios. Con el circuito previo de todo tipo de premios, y con la sobreinformación de Internet, resulta casi imposible encontrar sorpresas. Una vez más, se han hecho buenos casi todos los pronósticos de las casas de apuestas -a excepción de algún premio menor como el de película de animación que fue para Big Hero 6, o el montaje para Whiplash, que eran la segunda opción, aunque bastante cerca. Por lo tanto, apenas hay ya emoción en el “and the Oscar goes to...”. El segundo problema es el empeño en agilizar el ritmo. De tanto aligerar la gala se va quedando en nada, y su mayor valor es que termine cuanto antes. Da un poco igual quién sea el presentador porque apenas tiene minutos para conseguir momentos memorables. En este caso, Neil Patrick Harris se marcó una introducción musical que ya fue mejor que todo el año anterior. Pero después no hubo apenas nada más, solo lució el homenaje a Birdman. Escuchar todas las canciones nominadas, de bajo nivel general, se vuelve tedioso. Solo el espectáculo lego de Everything is Awesome tuvo algo de chispa, con un poco de la canción de Batman y con el cameo de Mark Mothersbaugh -el compositor de la banda sonora, que no de la canción- con su clásico gorrito de Devo.

No se entiende que llamen a Lady Gaga para que salga “discretita” -no como en la alfombra roja que iba en su habitual tono de espantajo- y cante de forma clásica las canciones de Sonrisas y lágrimas. Para eso no hace falta tener a Gaga. Fue aburrido. Por lo demás, una gala con muchas lágrimas de emoción social, a cuenta de Selma, sobre todo. Y muchas reivindicaciones políticas, sin los complejos que tenemos aquí, donde se señala a los actores cada vez que expresan una proclama social. Punto para ellos.

En definitiva, una gala previsible y, salvo excepciones, aburrida, pero con un gran chiste: que Iñárritu suba tres veces a recoger un Oscar.