Boy Eating the Bird's Food: el hombre pájaro


18 de Abril de 2015
por Iñaki Ortiz

Comer alpiste puede ser la mayor representación del hambre. De esto va, al menos en primera lectura, Boy Eating the Bird's Food, la ópera prima del griego Ektoras Lygizos. De pasar hambre, de no tener nada, de la pobreza a niveles extremos que, desgraciadamente, no es una exageración en Grecia, como no lo es ya tampoco aquí.

Yiannis Papadopoulos

Ya tenemos claro cuáles son las claves del nuevo cine griego, principalmente asentadas por Yorgos Lanthimos (Canino, Alps) quien, por cierto, este año presenta su nueva película en Cannes. Otros directores como Athina Rachel Tsangari, Syllas Tzoumerkas o Yannis Economides, han contribuido a que, en el peor momento económico del país, su cinematografía se estrene en festivales de todo el mundo. Quizá estas dos cuestiones, más que contrapuestas, están relacionadas. Y es que el nuevo cine griego habla de la crisis, aunque no solo de la económica, también de la de valores, que está viviendo un país que parece a punto de reciclarse por completo después de una gran catarsis -otro término griego. Seguramente, la palabra que nos viene a todos a la mente para definir esta nueva ola, es “raro”. Cine raro, extraño, surrealista, desconcertante. A veces, hasta desagradable. Este primer largo de Lygizos (tuvo un corto presentado en Venecia), no escapa de esta línea. Es extraño, a veces sorprendente, a veces hasta asqueroso. Habla de la crisis, económica, humana, política. Quizá, comparado con Lanthimos, es menos cínico, menos propicio a la sonrisa helada, y más centrado en conseguir un drama muy físico, agobiante, desde las entrañas. Sin humor.

Lygizos tiene experiencia como director de teatro, con obras de Beckett, Ibsen o Chekhov. Probablemente esta experiencia le ha llevado a despojarse de recursos cinematográficos sofisticados, como los que puede usar Lanthimos, y seguir al personaje de cerca con su cámara, centrando toda la atención en la intensa interpretación de su absoluto protagonista, Yiannis Papadopoulos. El estilo así es muy libre -como quien dice, dogma- a la vez que muy visceral. La película está rodada con una cámara Canon 5D, una cámara de fotos. Puede sonar extraño, pero empieza a ser habitual que producciones profesionales -de bajo presupuesto, eso sí- se rueden con este tipo de cámaras pequeñas y manejables, que ofrecen ya una calidad de imagen muy aceptable. Estas cámaras ayudan a rodar, no solo más barato, sino también, con más libertad de movimientos y de improvisación. En este sentido, me recuerda lo que supuso en su momento el cine en 16mm, y como en aquel caso, ahora también hay una estética común (color, profundidad de campo) y reconocible -aunque no tanto- que seguramente será identificada, dentro de unos años, con el cine más atrevido.

Volviéndose majara

El guión se inspira libremente en la novela Hambre, del noruego Knut Hamsun, que ya ha sido llevada al cine de forma más fiel en un par de ocasiones. Aquí solo hay una inspiración, pero mantiene la idea de la degradación psicológica de un personaje atenazado por el hambre. De forma obvia, podemos ver cómo se denuncia la situación extrema de algunas personas en Grecia. En realidad, es extrapolable a cualquier persona en condiciones de necesidad, en cualquier lugar y en cualquier tiempo. La desesperación, que es el centro emocional de la historia, sirve igualmente. Y posiblemente por esta razón, el director evita hacer demasiadas referencias explícitas al contexto sociopolítico. Una decisión que favorecerá a la obra para otro tiempo y para otro lugar. Pero que no haya referencias explícitas no quiere decir que no esté hablando de cuestiones concretas de la sociedad griega pre-Syriza. El sentimiento de subordinación a Alemania, queda sugerido en la entrevista de trabajo con la excusa de la ópera en alemán. La costumbre de no ser riguroso con las normas en Grecia, enfrentada a una nueva mentalidad, se ve reflejada el detalle de las escaleras mecánicas, y en general, en el contraste entre él y ella. Hay también una mirada ideológica en situaciones como las del trabajo de comercial de telefonía.

Otro de los aspectos interesantes de la película es cierta metamorfosis sugerida. Se podría decir que el personaje protagonista se va convirtiendo en pájaro. Por sus movimientos, cada vez más propios de un pajarillo en una jaula, o por su manera de comer como un pájaro, claro. Un trabajo excelente el del actor. Este concepto tan kafkiano cierra el círculo intertextual, pues precisamente Kafka estaba influenciado por la obra de Hamsun. He empezado diciendo que comer alpiste es la mayor representación del hambre. La expresión habitual “comer como un pájaro”, lo corrobora. Pero es sobre todo esa actitud, de vulnerabilidad, de picotear lo que uno se encuentra por ahí, sin la más mínima garantía de subsistencia, la que define la situación psicológica del protagonista. Incluso nos puede recordar a la biblia: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6, 26). Solo que aquí, uno tiene la sensación de que no hay un padre celestial que vele por nuestro protagonista.

Yiannis Papadopoulos Desquiciado

Boy Eating the Bird's Food fue seleccionada por Grecia para el Oscar, aunque finalmente no fue nominada. La película tiene bastantes premios en festivales internacionales. Se llevó el Giraldillo de plata en el festival de Sevilla, así como el premio para su actor. El actor se llevó una mención en Karlovy Vary.

 




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Carátula de la película Boy Eating the Bird's Food

Boy Eating the Bird's Food


Director: Ektoras Lygizos
Actores:
Yiannis Papadopoulos
Lila Mpaklesi
Vangelis Kommatas
Kharálampos Goyós
 



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