Yorgos Lanthimos, es uno de esos directores que Cannes presume de haber descubierto. En 2009 con Canino ganó Un Certain Regard y luego fue nominado al Oscar a mejor película extranjera. Con Alps ganó el premio a mejor guión en el Festival de Venecia 2011. Este año debuta en la Sección Oficial de Cannes con Lobster, una producción en ingles protagonizada por Rachel Weisz, Colin Farrell, Léa Seydoux y John C. Reilly. Tras ver la película se entiende porque es este el año de su inclusión a concurso.
Poco tarda Lanthimos en mostrarse tal y como es. En la primera escena vemos a una mujer, de rostro petreo, disparar sin ningún tipo de explicación o comprensión a un burro. Enseguida veremos a un pobre hombre, encarnado por un gran Colin Farrell, ingresando en un hotel que busca parejas, porque ser soltero está muy mal visto en la sociedad.
Este es el mundo de Lanthimos, poblado por personas con graves problemas de interacción, situaciones absurdas, y una frialdad que envuelve la crueldad extrema que todo lo impregna. Con estos elementos, y mucha mala leche, Lanthimos refleja la intolerancia, el servilismo hacia los esterotipos sociales, la necesidad de gurus o guías de autoayuda y la violencia con la que algunos están dispuestos a imponer sus normas. Una sátira con momentos de una acertadísima acidez aguda.
La película está estructurada en dos partes, una desde el band de "los casados" -que no moriran atragantados porque tienen alguien que les rescate- y otra desde los solteros -libres para masturbarse cuando quieran sin que nadie les diga nada-. No hay buenos y malos en esto. Tampoco hay, como he leído, una crítica a la pareja, hay una feroz crítica hacia la gente dogmática, en el más amplio sentido de la palabra. Cuando Lobster cambia de una parte a otra, el ritmo se resiente y por minutos la película parece algo perdida, pero remonta el vuelo en un magnífico y, a su manera, romańtico final. Una gran película, un Lanthimos más divertido, optimista y comprensible que en sus películas anteriores, pero sin perder su estilo y personalidad.
Tres películas lleva rodadas Matteo Garrone y tres presencias a concurso acumula el director italiano. Con Gomorra se dio a conocer, con Reality ganó el gran premio del jurado y, ahora, con Il racconto del racconti (Tale of Tales) prueba por primera vez con un reparto internacional -Salma Hayek y Vicent Cassel- y rodando en inglés. También nos sorprende con una propuesta que se aleja de lo que conocíamos de él hasta ahora. Inspirada en los cuentos clásicos del siglo XVII escritos por Giambattista Basile (Pentamerone), esta es una película alejada del naturalismo que impregnaba a Gomorra o de ese toque cercano y reconocible, aunque a veces caricaturizado, de Reality. Il racconto del racconti es un derroche de fantasía, magia e imaginación. Una explosión visual de colores, sonidos y plasticidad, acompañada de una magnífica y muy bien usada banda sonora de Desplat.
Sin embargo el guión entremezcla, de manera innecesaria, las tres historias independientes que conforman la trama, provocando que el ritmo sea irregular. Cuando el espectador está metido en la historia, interesado ante lo que ve, ¡zas!, cambio de historia y vuelta a empezar. Sin embargo, cada vez que el ritmo se cae, vuelve a levantarse. Tiene "peros" innegables, pero en el gran debate que ha provocado entre los asistentes al festival yo me coloco entre los que la califican como notable.
Santiago Mitre saltó a la palestra cuando en 2011 ganó el Gran Premio Del Jurado de Locarno con su ópera prima, la destacable El estudiante. Hoy era el estreno mundial de su segunda película en La Semana De La Crítica, una película que repite muchas de las claves y virtudes de aquella. En Paulina también hay discurso político, también hay debates que exponen puntos de vista y también hay un exquisito uso de la cámara para filmar eso. Mitre sabe combinar planos fijos con otros cámara en mano, primeros planos con estudiadas puestas en escena, todo manteniendo el pulso narrativo y sin buscar el lucimiento.
Sin embargo falla en el guión. Demasiado estructurado, demasiado retorcido para mostrar todos los ángulos, estrangulando la espontaneidad y credibilidad y cayendo en lo previsible y lo obvio. La historia gira en torno a una mujer idealista cuyo comportamiento tras unos hechos traumáticos nadie entiende, tampoco el espectador y se diría que ni siquiera ella misma.
Arnaud Desplechin es un habitual en la lucha por la Palma de Oro -Jimmy P (2013), Un conte de Noël (2008), Esther Kahn (2000), Comment je me suis disputé... (1996) y La sentinelle (1992)- que este año se ha visto relegado a la Quincena de Realizadores, gran parte de la crítica se pregunta por qué no está este año a competición tras ver su última película. Yo no.
Trois souvenirs de ma jeunesse comienza presentando a Paul Dedalus como un hombre adulto que va a regresar a Francia tras muchos años fuera. Al llegar al aeropuerto le detienen por problemas con el pasaporte y empezaremos a conocer su juventud. La película está estructurada en tres capítulos, siendo cada capítulo bastante capitular también. Como si fuera una biografía dividida en tres tomos. En el primero, breve, conoceremos las difíciles relaciones de Paul con sus padres, en el segundo una curiosa anécdota de juventud, cuyo espíritu aventurero nunca abandonará a Paul, y en el tercero, el volumen más importante y largo, su gran amor de juventud.
La narración es bastante literaria también, con abundante voz en off y muchísimo diálogo. Un tono entre cómico y fantástico, tan exagerado que a veces cae en la caricatura, impregna todas las aventuras de este arrogante y locuaz chaval. Hay momentos divertidos y reflexiones interesantes, pero no termino de entrar en el histrionismo de la película y su naturaleza capitular me corta el ritmo.