Nanni Moretti ha conquistado a gran parte de la prensa con su nueva película. A otros el que nos ha conquistado es Jeremy Saulnier con su gamberra y excesiva Green Room; pero que la gamberrada no oculte el gran director que hay detrás.
Nanni Moretti es uno de los directores italianos más internacionales, un habitual del concurso (esta es la séptima vez que viene) que incluso ganó una palma de oro con En la habitación del hijo en 2001. También es un director que, incluso en su país, tiene tantos detractores como admiradores. En esta ocasión ha presentado Mia Madre, una película que mantiene las características habituales del director y en la que cede el protagonismo a la actriz Margherita Buy, a pesar de que esta interpreta a una directora de cine que todos identificamos con Moretti.
La trama trata sobre como esa directora rueda una película con una estrella extranjera (John Turturro) mientras su madre agoniza en el hospital. Como es habitual, Moretti mezcla humor con nostalgia y drama, realidad con ensoñaciones, y en esta ocasión con mayor acierto que en sus últimos trabajos. No es habitual recurrir a este tono ligero cuando se tiene la muerte de fondo, pero Moretti lo usa con habilidad, excepto ciertos momentos de brocha gorda protagonizados por Turturro. Patina más cuando se pone metafórico o nostálgico, o en un final excesivamente dulficicado y forzado que termina por lograr el efecto contrario al previsto, que no es otro que emocionar. Quizá hace demasiado ruido con chistes, reflexiones y ensoáciones y se diluye el mensaje de fondo, es importante poner de parte uno mismo, escuchar, para relacionarse. Es el mejor Moretti deśde la Palma de Oro, pero sería una sorpresa (y una injusticia) que repitiera este año.
En su segunda visita a Un Certain Regard tras Martes, despues de navidad, el director rumano Radu Muntean ha presentado su película One Floor Below (Un etaj mai nos). En la película vemos a Sandu (Teodor Corban) un hombre normal, amante de los perros, trabajador, simpático, casado y con un hijo que un día escucha como su vecina de abajo está sufriendo violencia doméstica. Cuando la vecina aparece muerta en extrañas circunstancias, Sandu decide callar y no involucrarse, siguiendo esa filosofía tan habitual hoy en día de "no son mis asuntos". El tema es, claro, que terminarán por ser sus asuntos.
La cámara sigue muy de cerca a un gran Teodor Corban que sabe mostrar en sus miradas y gestos el intenso debate que se cuece en su conciencia. A través de la presencia del vecino que sabemos maltratador y pequeños actos y encuentros, que parecen sin importancia, se construye una tensión constante y controlada. One floor below mantiene el perfil bajo en todo momento, centrándose en el sentir de su protagonista, sus motivaciones para el silencio, sus miedos y su actitud, sin buscar nunca un gran clímax dramático. Tan poco lo busca que se termina por echar de menos un poco más clímax, sin embargo el resultado final es una película interesante.
Jeremy Saulnier saltó a la palestra con su anterior trabajo, Blue Ruin, con el que ganó varios premios, incluido un Fipresci (a no confundir con Flipesci) por su manera de generar atmósfera, tensión y unas deliciosas explosiones de violencia salvaje. Con Green Room vuelve por los mismos derroteros pero aumentando la dosis de violencia salvaje hasta el punto de convertirla en un guilty pleasure. Risas, aplausos y vítores animaron la proyección de la normalmente sesuda Quincena de Realizadores. Quizá a estas alturas estas películas, sin freno por los excesos violentos y la sangre, han perdido el factor sorpresa, pero Jeremy Saunier dirige con una contundencia implacable y logra hacerla destacar dentro de ese grupo.
No es de extrañar que la muy reciente guerra de los balcanes siga siendo el eje sobre el que gira gran parte del cine de la zona. Es normal que los creadores sigan teniendo ganas de contar como tan terrible suceso afectó a la gente, le afectó a ellos mismos. Sin embargo hemos visto en este Festival como se pueden contar historias ya conocidas de una manera totalmente nueva. Estoy pensando en Saul Fia, que aborda un tema tan trillado, conocido y explorado como los campos de concentración de una forma que no habíamos visto antes (por lo menos yo). Sin embargo Zvizdan (The High Sun) no es de ese tipo de película. A pesar de una notable dirección, la historia que cuenta ya la conocemos, y la manera de contarla también.
En realidad debería decir "las historias" que cuenta, porque la película se divide en tres capítulos independientes, cada uno ambientado en una época y protagonizado por distintos personajes, aunque estén interpretados por los mismos actores. Ambientadas en 1991, 2001 y 2011, las historias se centran en como la guerra afecta a las relaciones tanto de pareja como paterno filiales de unos habitantes de un pueblo fronterizo. De fondo veremos la evolución del país y de su juventud. Dalibor Matinovic, su director, realiza un gran trabajo tanto en el plano narrativo como en el visual, y consigue dar algo de brillo al convencional guión que firma el mismo. No conocía previamente a este director, pero leo que, aunque sólo tiene 40 años, tiene 15 películas previas. Desde luego maneras de buen director tiene.