Hay un runrún en el festival sobre el cine francés. ¿Por qué están en sección oficial películas como Mon Roi o La loi du marché, mientras las películas de Desplechin o Philippe Garrel las ha cogido La Quincena? Es difícil creer que obedezca simplemente a gustos, porque las dos películas están lejos de ofrecer lo que se le exige a una película de la sección oficial de Cannes. En el caso de Mon Roi lo que se le exige a cualquier película.
La directora Maïween, que ganó un inexplicable premio del jurado en 2011 con Polisse, vuelve a sección oficial con una película que relata la tormentosa vida sentimental de una pareja. Él, un vividor tan carismático, rico y embaucador como mentiroso, caprichoso y egoísta. Ella, embaucada por él, una mujer inmadura y dependiente. Los dos bastante inmaduros e irresponsables.
La historia de estos dos personajes tan detestables nos la cuenta Maïween teñida del típico humor francés de brocha gorda. Mucho grito, mucha exageración, mucha teatralidad en un flashback de su relación a partir de un pretexto absurdo: la protagonista se ha roto la rodilla esquiando y una psicoanalista le pregunta "¿por qué la rodilla?" explicándole la relación que tiene esa lesión con su manera de afrontar el pasado. Surrealista.
Vincent Cassel se encuentra cómodo en su papel de golfo vividor, mientras que Emmanuelle Bercot hace lo que puede, que no es gran cosa, con su papel. Una tragicomedia que no funciona en su vertiente trágica ni en la cómica.
La película de Stéphane Brizé tiene virtudes, pero le falta valentía para llevar su propuesta hasta el final. Cuenta la historia de un hombre en paro, con un hijo síndrome de down. Dicho así podría parecer que es una de esas películas que cargan las tintas en el drama y el sufrimiento del personaje; pero lo cierto es que no lo hace. Dibuja la dura situación del personaje con mesura, con sordina. Si que es cierto que a veces abusa un poco de diferentes humillaciones que sufre el protagonista, pero mantiene el tono contenido y le ofrece vías de escape. Un guión muy del gusto de los hermanos Dardenne.
Todo el peso de la película recae sobre un muy buen Vincet Lindon (actor fetiche del director) que aparece en prácticamente todos los planos de la película. Refleja muy bien como se van cargando las tintas sobre su paciencia, clo que tiene que aguantar y el cansancio que supone. Lástima que la película patine en su final, efectista y traidor del tono contenido que había tenido hasta entonces.
Cuando Apichatpong Weerasethakul fue relegado a Un Certain Regard causó una gran sorpresa. Una reciente palma de oro (2010 con El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas), adorada por cierto sector de la crítica y "descubierto" por el Festival no era seleccionado para la sección potente... quién sabe que se cuece por ahí detrás, porque aunque no sea su mejor película es mejor que The sea of trees o Mon Roi.
En Cemetery of splendour encontramos cosas recurrentes del cine de Apichatpong, fantasmas, imágenes evocadoras, matáforas visuales, también provocaciones gratuitas; pero lo hace de manera deslavazada e irregular, sin conseguir crear una atmósfera que atrape, sin la magia que se le exige a este tipo de propuestas. Los momentos brillantes son muy brillantes y compensan el visionado, pero el resto de momentos impiden despegar a la película.
En 1969 Barbet Schroeder dirigió More, ambientada en una narcótica Ibiza. Ahora, 36 años después vuelve a la isla para rodar Amnesia, tomando el nombre del famoso club Ibicenco. A pesar del nombre, y a pesar de que la sinopsis haga mención al club y a la música electrónica, la película no tiene nada que ver con eso, es más bien el enésimo drama sobre el olvido y los secretos de Alemania respecto a los horrores de la Segunda Guerra Mundial.
El planteamiento es bastante increíble, en el sentido de que es difícil de creer. Un joven atractivo alemán llega a la isla porque quiere ser DJ de esa "nueva música" y se hace amigo de una señora -Marthe Keller- de 71 años (no aparentados, pero explicados en la película). La amistad va creciendo y se nota cierta tensión romántica entre los dos. La señora, una alemana que no quiere hablar alemán, y el joven pasean, pescan, bailan y cocinan juntos y poco a podo vamos conociendo el pasado de Martha.
Lo mejor de la película es la aparición de Bruno Ganz, que consigue dar cierto empaque a la escena climax de la película. Marthe Keller aparece encantadora pero con cierta expresión atolondrada que no es capaz de quitarse de encima y Schroeder le pone en situaciones ridículas (haciendo de DJ en el club Amnesia). El guión es forzado y tramposo y la realización televisiva y plana. Cuando se pone evocador parece una foto de instagram y cuando quiere reflejar la fiesta del club aquello parece una verbena de pueblo. En fin, una película para olvidar.
Pero no todo ha sido flojo en el día de hoy. También he visto la segunda entrega de Arabian Nights de Miguel Gomes, notable; pero hablaré de eso cuando haya visto las tres.