Más allá de la lucha por la Palma de Oro, en Cannes se pueden ver muchísimas películas que a veces quedan eclipsadas por las quinielas y rumores sobre los premios que inundan estos días la información del Festival. Estas son algunas de esas películas:
Boo Jungfend presentó su ópera prima Sandcastle en la Semana de la Crítica de 2010, este año ha dado el paso hasta Un Certain Regard con su segundo trabajo Apprentice, un contenido relato sobre la relación de un joven carcelero con el viejo verdugo de la cárcel en la que acaba de empezar a trabajar. Apprentice comienza muy bien construyendo ese extraño vínculo casi paterno filial entre los dos personajes, manteniendo la intriga de las motivaciones del joven aprendiz. Cuando estas se van desvelando y las cartas se ponen sobre la mesa, la película toma un rumbo menos interesante. En cualquier caso es una película con una dirección muy acertada, que sabe jugar con la luz y los sonidos para construir atmósferas.
Teherán es una ciudad con grandes problemas de contaminación. Por eso los médicos aconsejan a una anciana que abandone la ciudad cuanto antes o podría morir por sus problemas respiratorios. Sus dos hijos mayores deciden que la hermana pequeña, Niloofar, se mude con ella. Consideran que al ser soltera nada le retiene en la ciudad. Niloofar al principio acepta, pero luego se muestra cansada de que decidan por ella.
Behnam Behzadi, director y guionista, construye a partir de esta disputa doméstica un interesante relato sobre el egoísmo y la necesidad de tener capacidad de decisión, aunque sea para seguir caminos distintos al esperado. Behzadi se centra mucho en el problema familiar, pero es fácil extrapolar la situación al resto de sociedad iraní -y en muchos casos la occidental- sobre el papel que se espera cumpla una mujer y los roles familiares. Lo cuenta suavemente, con un estilo muy identificable en el cine iraní y logrando unas grandes actuaciones de su reparto. Una película notable y llena de sutileza.
Kore Eda ha vuelto a Cannes tras luchar por la Palma de Oro el año pasado con Nuestra hermana pequeña, pero en esta ocasión lo hace en Un Certain Regard. After the storm, su nueva película, es fácilmente reconocible como una película de Kore Eda, tanto por su estilo visual, como por la suavidad de su narración, como por la temática. En After the storm, Kore Eda vuelve a hablar de padres e hijos y de relaciones familiares, y lo hace como siempre.
After the Storm es un Kore Eda menor, sin duda, que además no ha escogido en esta ocasión ningún gran problema como eje central de su narración. En sus últimas películas había hermanos separados por el divorcio de sus padres (Kiseki), niños intercambiados al nacer (Like Father, Like son), una hermanastra desconocida que aparece sorpresivamente (Nuestra hermana pequeña)… en esta ocasión, es la historia de un padre divorciado y bastante desastre. A la película le cuesta centrarse y alarga innecesariamente algunas subtramas que no llevan a ningún lado. Pero entre que el personaje de la abuela es muy divertido y entrañable y el talento y encanto de Kode Eda a la hora de contar sus historias, es una película que se ve con agrado y facilidad. La misma facilidad con la que se olvida.
Corre el riesgo Albert Serra de verse fagocitado por su personaje. Un personaje que, por otra parte, da cierta notoriedad a un cine que de otra manera pasaría totalmente desapercibido para la mayor parte de la gente, incluidos aquellos muy asiduos al cine. Albert Serra es un provocador de un ego indisimulado, pero también es un artista reconocido y respetado en círculos culturales más allá del séptimo arte, habiendo presentado instalaciones, por ejemplo, en el Tate o en la Bienal de Venecia. Cine de museos, quizá.
La muerte de Louis XIV no llega a esos extremos de radicalidad artística, pero sigue siendo un cine autoral realizado sin pensar en la taquilla. Su película más convencional, dirán algunos, su película menos inaccesible, diremos otros. Una auténtica joya digna de la Sección Oficial, ha dicho gran parte de la crítica de Cannes 2016, a la que quién esto escribe no se suma.
La muerte de Louis XIV es exactamente eso, la muerte del monarca absolutista. No hay más, no hay intención de más. Podemos buscar metáforas y paralelismos con cualquier decadencia de un gran imperio o orden establecido, seguramente estaríamos en lo cierto. O no; pero tampoco es importante, este es un cine evocador y provocador que muchas veces hace aflorar nuestras propias obsesiones.
Albert Serra compone una serie de imágenes propias de un cuadro del barroco, en ocasiones estáticas, que terminan por fundirse con el fondo y hacer desaparecer el entorno de una manera casi hipnótica. Se olvida por completo del sentido del ritmo y no duda en mostrar el final del monarca de forma pausada, lenta, agónica. Esa será la intención del director catalán, pero puede resultar demasiada envoltura para un mensaje tan pequeño. Una película evocadora, si; pero tan centrada en su propia idea que es difícil que te ofrezca más de lo que ya te ha ofrecido en su primera parte.
Una de las películas más aplaudidas en la Quincena ha sido Fai bei sogni, el último trabajo de Marco Bellocchio, cuando es España aún no se ha estrenado Sangue de mio sangue, su anterior película. Basada en la novela autobiográfica homónima de Massimo Gramellini, superventas en el país transalpino, Bellocchio explora el vacío que deja la muerte de su madre en la vida de un muchacho. Mezclando líneas temporales, le veremos crecer desde finales de los años 60 y principios de los 70, trabajar como reportero de guerra en los 90 y seguir su labor de periodista hasta el presente. Todo contado con gran sencillez, despojando la historia de artificios y trucos lacrimógenos, pero con una gran sensibilidad que permite conectar con el personaje desde el primer minuto.
No se menciona a menudo la ausencia de la madre, pero el vacío que ha dejado está presente en todo el metraje. Incluso en los momentos de felicidad del protagonista. Su actitud ante la vida se verá marcada por esa muerte y se muestra claramente, sin subrayados, de una manera que emociona en muchos momentos. Esa sencillez es una de las mayores bazas de la película, y también su lastre. Hay historias que resultan algo deslavazadas, hilos argumentales que empiezan a ser explorados y se abandonan, para volver siempre al vacío del personaje. En el momento en que nos reencontramos con él todo vuelve a encajar, pero por momentos estuvimos algo perdidos. Claro que los buenos momentos compensan esos vaivenes y las emociones que provoca Bellocchio nos sitúan ante una película notable.