Por Carlos Elorza
A punto de abordar el sprint final, llega el huracán Godard que revoluciona el festival – cuando menos por los escasos pases de prensa habilitados y lo complicado de conseguir colarse en ellos -, si bien es improbable que una obra tan personal y diferente tenga sitio en el palmarés. Hazanavicius y Loach decepcionan con sendas historias que simplifican demasiado la realidad para ser efectivas
Lo de Jean-Luc Godard es una especie de religión. O de secta, al menos. Su dios es el director suizo. Y sus fieles son pocos, pero muy leales. Por eso, su última película, Adieu au langage ha generado la esperada división de opiniones. Unos la han aplaudido a rabiar. Otros la han abucheado o ni siquiera se han molestado en hacerlo. En la película, Godard dice adiós al lenguaje narrativo. Y al lírico. Y a las normas. Y a las convenciones. Hace lo que le viene en gana, consciente de que a estas alturas no tiene nada que perder. Adieu au langage es un collage de imágenes de orígenes variados - se han utilizado varios tipos de cámaras - distintas resoluciones, exposiciones, filtros… más cercano a la vídeo creación que a cualquier obra que se proyecte en cualquier cine del mundo. Y por si fuera poco en 3D. La historia, si es que importa, es la de una pareja, casada ella, soltero él, que hacen el amor, se enfadan, se reconcilian y de repente adoptan un perro que pasaba por allí. Con diálogos en plan "siempre que te hablo de igualdad, me hablas de caca. – Es que en eso somos iguales" vitoreados en plena proyección por sus fieles. Hubo un tiempo en el que el cine de Godard innovaba. Con Adieu au langage habría que preguntarse hasta qué punto es cine y si es innovador.
Hace tres años Michel Hazanavicius sorprendió al personal con The Artist. Todo empezó en Cannes, que el festival repescó para la competición a última hora y le terminó llevando al director galo 9 meses más tarde al Oscar. En esta edición del festival ha presentado The Search, película inspirada en Los ángeles pedidos de Fred Zinnemann, en la que la acción se traslada a la Chechenia de finales de los 90. La película arranca con un prólogo en el que un soldado ruso graba con su cámara de vídeo el asesinato de una familia chechena. Partiendo de ese momento, la película da paso a cuatro subtramas que se cruzarán en algún momento de las demasiado largas dos horas y media de película. Por un lado, la del niño de 9 años que junto a su hermano pequeño han sobrevivido a la matanza de sus padres y deberá buscarse la vida para sobrevivir. Por otro, la de una increíblemente cándida funcionaria de la Oficina de los Derechos Humanos de la Unión Europea que trata convencer a sus jefes sobre la importancia de lo que está ocurriendo en Chechenia. Y además, la de una trabajadora estadounidense (Annette Bening) de una ONG que se encarga de acoger a niños de la guerra y por último, la de un joven ruso de veinte años que tras ser pillado llevando droga por la policía es obligado a alistarse en el ejército en la que es la trama con mayor valor cinematográfico, pero también la que guarda menor relación con el resto. The Search es simplista y falta de rigor; todo parece ocurrir por conveniencia del guionista, no la lógica interna de la situación o del personaje. La película divaga durante dos horas y media de una historia a otra, de un personaje a otro, sin acabar de centrarse en ninguno de los temas que plantea con una intensidad que resulta falsa, sin garra, ni fuerza. Hazanavicius fracasa en su intento de hacer cine serio e "importante".
Ken Loach, el recordman de participaciones en Cannes con 12 y premio en 5 de ellas, incluyendo la Palma de Oro por El viento agita la cebada en 2006, ha presentado Jimmy’s Hall, al parecer su última película de ficción. Ambientada también en Irlanda, pero 10 años más tarde de la película mencionada, cuando a la vuelta de una estancia de varios años en Estados Unidos, convencen a Jimmy Gralton para que vuelva a poner en marcha el Hall, un local en el que se reúnen los jóvenes para escuchar música, bailar, hacer sus fiestas, cursos y todo tipo de actividades. Cuando las fuerzas vivas del pueblo, iglesia incluida, vean en ese salón un obstáculo para imponer su orden, harán todo lo posible para cerrarlo.
Desde hace ya un tiempo, las películas de Loach parecen meros medios para transmitir su mensaje. El problema es que cada vez lo hace de forma más simplista, reduccionista y maniquea. En este caso, los irlandeses de a pie progresistas, comunistas y reprimidos son los buenos. Los poderosos, el establishment, la iglesia, los nacionalistas y los conservadores son los malos malísimos. Y partiendo de ahí, su objetivo parece ser el de introducir su visión de forma amable, simple y sin complicaciones. Este Loach no busca remover consciencias, sino subir la moral al espectador con un producto correcto, académico y de fácil digestión. El cine de Loach hace tiempo que perdió pegada y su objetivo en la actualidad parece el mero entretenimiento.