No se puede negar que cuando cogió el Festival de Gijón, hace más de 15 años, era un certamen mínimo. Ahora es un festival de cierta repercusión, infinitamente más ambicioso y amplio que en sus inicios. El mérito, al menos en parte notable, debe adjudicársele. Hasta aquí la base.
El hecho siguiente, como sabemos, es que el departamento de Cultura de Gijón dio puerta a José Luis Cienfuegos hace apenas unos días, con la clásica perorata de "cambio de época, cambio de aires, cambio de era, nuevos objetivos". La llegada de su sucesor, Nacho Carballo, asustó a muchos: ¿miras demasiado localistas?
La respuesta no se hizo esperar: El mundo del Cine ha salido literalmente a la calle, reuniendo además la firma de los nombres propios más importantes de la cinematografía patria. Están Coixet, Almodóvar, Armendáriz, Vigalondo, Cobeaga, De la Iglesia, Urbizu, Bollaín, Trueba, Lacuesta... valgan como ejemplo; pero también actores (Angulo, Anaya, Homar, Ugalde, San Juan...), críticos de cine y directores de otros certámenes.
A esta lista nacional hay que sumar algunos ilustres foráneos que han querido apoyar a Cienfuegos: Todd Solondz, Abel Ferrara o Atom Egoyan, por ejemplo.
Lo realmente dañino para la nueva directiva del festival es que todos estos nombres han firmado, además, su ruptura de toda relación con el certamen salvo que el Ayuntamiento de Gijón oficialice el regreso de Cienfuegos a su cargo y funciones. Veremos en qué queda la batalla, finalmente.