La primera jornada amanece bien pasada por agua, pero la ilusión por un nuevo año compensa de sobra tanto chaparrón. Este año, además, me acompaña mi compañero Olmo. Nuestra primera película es Chloe, que se muestra como un tratamiento interesante sobre personajes complejos. Recibe un acalorado aplauso, claro que se trata de un pase con público y estos son siempre más amables que la prensa. Después escuchamos un poco a su director Atom Egoyan, que viene solo, ni Julianne Moore ni Liam Neeson han hecho acto de presencia en San Sebastián. Una pena, aunque ya tenemos suficientes estrellas hoy, es el día de Brad Pitt y Quentin Tarantino.
Así que
después de una comida a la carrera, nos metemos en un cine repleto para ver Malditos Bastardos. Antes de empezar, ya
se oyen acalorados aplausos, simplemente por el inicio de la proyección o por
el logo de la Universal. Alguna voz manda callar, parece mentira que entre la
prensa se monte ese gallinero, afortunadamente llega la sensatez y vemos la
película sin más derroches de un público más que dispuesto. La verdad es que
Tarantino da todo lo que se le pide, quizá con algo más de humor de lo que yo
hubiera pedido, pero con unas cuantas escenas y personajes absolutamente
memorables. Me extenderé más en mi crítica, claro. Como era de esperar,
aplausos de nuevo al final.
Así que llega
el momento más esperado: la rueda de prensa de Brad Pitt y Quentin Tarantino.
Resulta algo decepcionante. Muchos se quejan e incluso alguna se queja
directamente al director de su poco desarrollo en la respuesta. Hablo de Berta
Collado, la chica de los de Sé lo que hicisteis, que aparece disfrazada de
Beatrix Kiddo. La sala está a reventar y sacar una foto decente es labor complicada.
Ha valido la pena acercarnos a estas estrellas pero podía haber estado mucho
mejor.
Y por último
la película de Trueba, realmente decepcionante. Un fracaso, torpe y aburrida,
algo inesperado para un proyecto con nombres tan interesantes. Un guión completamente
carente de chispa, y en general unos resultados muy mediocres. Le daré caña en
mi crítica. Ni un solo aplauso, ni uno solo, en serio. Algunos amagos de
pitidos que tampoco terminan de cuajar. La palabra que mejor define el efecto
en el público es "indiferencia".
Vuelvo bajo la
lluvia, 40 minutos de retraso de RENFE y unas quinceañeras alocadas que vuelven
de la aventura de sacar fotos a su adorado Brad Pitt. Mientras hablan de ello
sentadas a mi lado yo trabajo las fotos de su ídolo en mi portátil, creo que no
se dan cuenta.