Una de las secciones más atrayentes del próximo festival de San Sebastián, rivalizando con la excelente selección de perlas de otros festivales, es la dedicada al novísimo cine francés: la contraola. El festival agrupa así a esos nuevos cineastas franceses, deudores de la Nouvelle Vague (a veces por admiración, otras por confrontación), que dentro de un mismo planteamiento, la osadía y el riesgo, se han dedicado a realizar películas de todo tipo. Que no se asuste ni el espectador más perezoso, aquí hay cine de todo tipo, lo mismo te puedes encontrar con un cine de terror gore (Martyrs), que descubres un musical romántico (Les chansons d'amour). En cualquier caso, una sección muy recomendable para cualquiera que busque un poco de atrevimiento y calidad, cine diferente, sin que por ello tenga que enfrentarse a un tostón intelectualoide.
Como pequeña presentación de esta interesante iniciativa del zinemaldi, hablaré brevemente sobre seis de las películas que serán proyectadas.
Muchos de los lectores ya conocerán la película, por haberla visto o por oír hablar de ella. Vista o no, yo no perdería la opción de verla en pantalla grande, pues aseguro que es un verdadero espectáculo, para los menos sensibles, eso sí. Ante todo, esta película supone una verdadera experiencia audiovisual. Está dividida en largos planos secuencia (falsos pero convincentes) que a su vez se unen entre ellos de un modo suavizado, aunque por su distancia en tiempo y lugar, imposibles.
Las primeras secuencias son verdaderamente mareantes, rodadas con una virtuosa locura frenética. Esto, unido a la sordidez de su primera mitad y a un par de escenas realmente violentas que no quiero desvelar, hace de Irreversible un plato difícil de digerir para algunos estómagos. Noé usa incluso algunas frecuencias continuadas para alterar el estado del espectador.
También se trata de uno de los primeros juegos de desorden radical en la estructura del guión, que además ofrece un valor emocional añadido. Ante todo un extremo despliegue audiovisual. Vale la pena contarlo.
Pero si hablamos de sordidez y de sensaciones desagradables, Dans ma peau no se queda atrás. La mayor diferencia es que, mientras en la anterior encontrábamos varios elementos brillantes en la forma, aquí hay poco más que morbo para los espectadores más oscuros. Marina de Van, escribe, dirige, protagoniza y seguramente disfruta insanamente de la obsesión de su personaje.
El maltrato al propio cuerpo, la fascinación por ciertas prácticas autodestructivas, mantienen levemente el interés y la cara de disgusto, pero en esta película no hay nada más.
Pasamos a cuestiones menos desagradables. Olivier Assayas es uno de los directores galos más interesantes del momento. Un viejo conocido del festival de San Sebastián donde ya ganó la concha de plata (para su actriz) por Finales de Agosto, principios de Septiembre. En esta película cuenta con dos actores internacionales: Maggie Cheung, quien por entonces ya sería su ex y con quien había trabajado en su mejor película, Irma Vep; y el mismísimo Nick Nolte.
Assayas se mueve como pez en el agua en ese ambiente de nueva bohemia, el mercado de la música, drogas desde un punto de vista nada idealizado. Consigue un drama emotivo e interesante. Aunque esta no sea una de sus mejor películas, es un trabajo de calidad.
Una buena ocasión de acercarnos a la que podría ser la obra más importante del casi desconocido Arnaud Desplechin. Y si digo desconocido es a cuenta del absoluto desprecio de la cartelera española por este director, hasta su último trabajo, Un cuento de navidad, que sí hemos podido ver en cines. Y es que para la crítica no es un desconocido, se trata de uno de los directores franceses más reconocidos.
Desplechin dirige con un estilo muy personal y nuevo. No hay más que ver las dos películas nombradas para reconocer cierto patrón, más allá de las coincidencias en el reparto (Mathieu Amalric, Catherine Deneuve). Un gusto por un montaje frenético, casi propio del cine de acción (aunque más fresco y descuidado) y una mirada positivista o al menos alegre, cuando estamos hablando de dramas familiares. Una película quizá algo larga, pero interesante, tanto en su contenido como en su forma. No apta para los amantes del cine más realista, o quienes gustan de las formas más convencionales.
Esta película arrasó en los premios del cine francés. Audiard, es otro importante director que este mismo año ha ganado en Cannes el gran premio del jurado por Un prophète. Es sorprende que en esta ocasión se trata de un remake de una película americana, Fingers (es decir, al contrario de lo habitual).
Un buen ejemplo de cine francés de calidad que sabe moverse entre el drama, el amor y la violencia; intenso y moderno pero de una factura solidísima. Impecable la interpretación de su protagonista, Roman Duris. Aunque seguramente, su punto fuerte, más allá de las buenas interpretaciones y la dirección potentísima, es la capacidad que tiene de rehuir los caminos fáciles a la hora de contar este tipo de historias, sin perder por ello la atención del espectador. Una película que se siente, se respira, que funciona en forma y en fondo. En cualquier caso, una película recomendable.
Y acabamos este pequeño acercamiento a la contraola, con otra película que se apoya en uno de los puntos fuertes de este conjunto: desestabilizar al espectador. Terror puro y duro que puede herir la sensibilidad de más de un espectador. Un ejemplo, como Martyrs, de ese nuevo cine muy violento, que podríamos calificar sin problemas de gore, pero que no se permite ninguna concesión a la comedia. Gore serio.
La película contiene momentos aterradores, otros terribles. El desasosiego es la tónica general. Salvo algún pequeño traspiés tonto en la verosimilitud de los personajes, estamos hablando de un excelente trabajo. Mención aparte merece la excelente y terriblemente inquietante Beatrice Dalle, nombre importante en el cine independiente francés (sin ir más lejos aparece también en Clean). Nunca volverá a ser tan frágil la seguridad de una casa.