Sí, de Roland Emmerich no puede uno fiarse, eso ya lo sabíamos. Ya no porque sus películas sean un truñaco importante, sino porque nadie puede tomárselas en serio desde ningún punto de vista. Intentar ver una peli suya con cierta pretensión de rigurosidad implica que, como espectador, eres aún más idiota de lo que Emmerich supone por sistema de todos sus espectadores.
A lo que iba. Hoy nos hemos despertado con una tristísima noticia, en forma de terremoto en Japón, parece que de dimensiones considerables. Catástrofe traducida finalmente en tsunami, que ahora amenaza no solo a las islas niponas sino a toda la costa del Pacífico. Ha querido la providencia, negro humor el suyo, que todo esto coincida en 11M, fecha que en España tiene también fatídico significado.
Uno se sorprende más en estos tiempos, ante estas noticias. Antes eran ecos lejanos. Hoy somos testigos en directo, gracias a internet. Y no dejará de sorprenderme hasta qué punto la gran industria del Tío Dólar, allá en Hollywood, tiene la infinita capacidad de otorgar glamour y guapura hasta a las más devastadoras tragedias.
Sí. No tienen nada que ver esas gigantescas y poderosas olas asesinas de Roland Emmerich, tan agresivas como hermosas, con la imparable oleada de mierda que está barriendo Japón, según comprobamos en las retransmisiones que ahora mismo podemos ver vía internet. ¿La magia del Cine? La puta gracia que no tiene la vida, a veces, más bien.
Que el daño sea el menor posible, dentro de lo que cabe. Qué mundo este.