El francotirador, American Sniper, la última película de Clint Eastwood. Ha arrasado en taquilla, en Estados Unidos, llevando a las salas a miles de patriotas convencidos, al sector más rancio de la sociedad americana. Para quien no lo sepa, la película cuenta la historia real de Chris Kyle, de quien se dice que fue el francotirador más letal de la historia militar estadounidense. También es considerado por la mayoría como un héroe nacional. Por la mayoría, no por todos. El siempre polémico Michael Moore tuiteaba lo siguiente: “A mi tío lo mató un francotirador en la segunda guerra mundial. Nos enseñaron que los francotiradores eran cobardes. Que dispararán por la espalda. Los francotiradores no son héroes. Y los invasores son peores”. No sé lo que os parecerá a vosotros, pero en EEUU le ha caído la del pulpo. Entre otros políticos, Sarah Palin no se cortaba en posar con este simpático cartel dedicado a su persona, puntos de mira incluidos.
Sin embargo, creo que sus palabras son bastante acertadas. Por más que Kyle se haya querido presentar a sí mismo en diferentes entrevistas y en su autobiografía, como alguien que se dedica a defender a sus compañeros, la figura de un francotirador no deja de ser un enemigo letal que dispara desde la cómoda distancia, sin dar opción a rendición. Es verdad, pero no se aprecia en la película. Se refuerza en varias ocasiones la idea de que Kyle está protegiendo a sus compañeros. Cae un cadáver enemigo desde la altura y alguien dice “Dale las gracias al que vigila”. El propio personaje repite en varias ocasiones que está ahí para defender a su gente. Claro, apesta a glorificación del héroe nacional. Apesta a ensalzamiento fascista de una figura violenta, de un asesino implacable. De maniqueísmo, de amigos y enemigos.
Sí, apesta, pero también tiene un sentido. Lo que a Eastwood le interesa es mostrar el punto de vista del personaje. Alguien que cree a ciegas en lo que hace, que lo siente como su deber. Porque así se lo han enseñado desde niño, con un padre severo y de ideas belicosas. Eastwood nos muestra como siente la guerra alguien que va allí convencido de servir a su patria -que lo queramos o no, son muchos. Nos muestra el conflicto interior de un soldado que no se arrepiente, pero que igualmente ha sido tocado por el horror de la guerra. Alguien a quien le cuesta relajarse en la seguridad de su hogar, que ha tenido que estar en una situación extrema y no puede desenvolverse bien con la normalidad. Sus problemas con la familia. Nos pone un ejemplo en el que el estrés postraumático no equivale a retractarse. Un soldado cuyo dilema no es matar o no matar; su dilema es quedarse con su familia para no perderla, o volver a cumplir con su deber.
Ese es el aspecto que Eastwood quiere abordar, y para ello no duda en hacer algunas trampas. Por ejemplo, nos muestra su alistamiento como una reacción al 11S, pero lo cierto es que el verdadero Kyle ya había intentado alistarse antes, era un tipo con ganas de entrar en combate. Tampoco comete un solo falso positivo, es decir, todo el que cae bajo su disparo, efectivamente era un enemigo peligroso. No hay lugar para la duda. También nos ofrece unas líneas rojas, razonables, en cuanto a que Kyle se muestra angustiado si tiene que matar a un niño. Esto le da una dimensión humana, al mismo tiempo que le desgasta psicológicamente y añade así conflicto interior. Aunque el personaje asegura ante el psicólogo, que él no duda, que no es como otros; cabe pensar que en el fondo, algo ha quedado.
Eastwood es un conservador con sensibilidad, y eso le da una posición interesante. Por un lado, es capaz de conseguir la empatía hacia un personaje que puede estar en las antípodas ideológicas del espectador más progresista. Por otro lado, puede transmitir valores progresistas de una manera que un espectador muy conservador pueda aceptar plantearse. Pienso en Million Dollar Baby. En aquella película se mostraba la eutanasia desde un punto de vista humano, pero sin hacer una defensa abierta -como la que puede haber en Mar adentro. Para algunos puede ser insuficiente, pero lo cierto es que para quien es contrario a esta práctica -que debería ser el verdadero objetivo del mensaje- es mucho más factible aceptar esta reflexión que la de Amenábar.
Creo que en esta película hay un punto de encuentro para los dos públicos. Lo hay porque Eastwood no deja de mostrar su sensibilidad. También ofrece algunos personajes, como el hermano, que no apoyan la guerra. El protagonista, por supuesto, lo desaprueba, pero el espectador es libre de tomar parte por quien prefiera. La película está contada desde el punto de vista del protagonista y en su mundo las ideas son claras. No olvidemos que el guión parte de la propia autobiografía de Kyle. Podemos entender que Eastwood la está adaptando, o que está dando voz a un punto de vista. Aunque quizá, para eso le ha faltado ser más claro.
Lo más dudoso, a mi entender, es el sesgo. Se nos muestra el ataque de las torres gemelas y lo siguiente es preparar la invasión de Irak. No dudo que en la mente del protagonista haya una clara relación causa efecto, pero es algo tramposo que la película obvie todo lo demás. Todas las escaramuzas están dirigidas a salvar al pueblo iraquí de mafiosos terroristas locales. Sería interesante ver algo más real, nos daría una dimensión nueva sobre el personaje, en lugar de estas historias de indios y vaqueros. Una cosa es no querer hacer un análisis de los motivos de esa guerra, ya que no es el tema, y otra, evitar contextualizar mínimamente una situación relevante. Es en estos puntos donde Eastwood se vuelve más complaciente; mucho más que en su díptico de la segunda guerra mundial. Puede que, en parte, sea necesario para contar lo que quiere contar, pero su forma de ocultar parte importante del contexto no deja de ser una manera de engañar.
Entonces, ¿es facha o no?