Hoy es el día. A las siete de la tarde ha dado el pistoletazo de salida de la novena edición del Festival Internacional de Cine Arqueológico del Bidasoa (más conocido entre los asiduos como el FICAB). Y lo ha hecho con la Ceremonia de Apertura. Una ceremonia que ha tenido a ese público fiel seguramente en las primeras filas y probablemente buscando una orientación centrada de las butacas para poder saborear cada una de las imágenes. Los debutantes, por su parte, habrán intentado no hacer ruido, pasar desapercibidos, sentados en una esquina, más lejos de la pantalla de lo que se pondrían en una sala convencional, observaban la decoración del hall del Centro Cultural Amaia y han aceptado con sumo gusto la papeleta del voto del público que posteriormente entregarán a la salida con una nota subjetiva y de un valor inigualable para el Premio del Público.
Hoy es el día propio de las sensaciones. Muchos espectadores han conocido un certamen desconocido para ellos. Hoy les ha tocado debutar como buenas estrellas a las que considero que son los espectadores de cine, quienes dan oxígeno y colorido a un espacio dedicado en cuerpo y alma al arte del audiovisual complementado de la presencia humana. Además, el FICAB tiene en mi opinión un valor añadido además de la gratuidad de las proyecciones y es que uno tiene todo el día para perderse por las calles, tiendas y universo que rodean a la ciudad de Irún, ya que hasta bien entrada la tarde no se abren las puertas del Amaia. Por ello, vamos a conocer la ciudad que está detrás del evento cinematográfico.
Irun es una ciudad fronteriza que limita con la localidad vascofrancesa de Hendaya. Aquí escuchar francés es parte del panorama cotidiano. Euskera, castellano y francés forman una musicalidad extraordinaria. La columna vertebral de la ciudad es el Paseo de Colón y resume en buena parte la filosofía de esta ciudad: el pequeño comercio. Aquí las grandes marcas se dejan a un lado para poder disfrutar de una oferta magnífica de negocios locales que para nada tienen que envidiar a las grandes cadenas. Una mañana en Irún podría comenzar con un cálido chocolate con churros tan típico en muchas de sus cafeterías, ir de compras, visitar el Museo Romano Oiasso o escaparse a la Ermita de San Marcial y difrutar de unas vistas magníficas de las dos localidades vecinas que conforman la bahía de Txingudi o la comarca del Bidasoa: Hondarribia y Hendaya. El mar se llega a respirar desde Irún, pues a tan sólo un par de kilómetros podemos disfrutar del bello paisaje de las playas vecinas, especialmente la playa de tres kilómetros de Hendaya. Comer en esta localidad fronteriza puede ser un lujo ya que por relativamente poco dinero se come muy bien. Además y si hasta ahora ha podido parecer poco, se encuentra a tan sólo diez minutos de la perla del cantábrico: Donostia- San Sebastián. Y a también tan sólo quince minutos del diamante de la costa vasca: Biarriz.
Pues sí, amigos, todo eso y mucho más se puede hacer antes de las seis de la tarde, hora en la que obligatoriamente tendremos que ocupar el asiento que nos transportará a un universo audiovisual de lo más didáctico. Hoy hemos podido disfrutar de las proyecciones que a continuación os muestro:
El barco fenicio de Mazarrón
El barco fenicio de Mazarrón 2
La Alcudia, luz para Ilici
La batalla de Andagoste
El secreto de Urdaneta
Hoy era un día muy especial no sólo por ser el primero sino porque las proyecciones de este martes día 17 eran producciones nacionales y siempre tienen ese valor diferenciador sobra todas las demás. Barcos fenicios, antiguos asentamientos, batallas de comunidades indígenas contras las tan temidas legiones romanas y la biografía de un héroe de la mar han sido, en resumen, lo que hemos podido disfrutar hoy en la primera jornada del FICAB.
Un saludo desde lo más alto de un Olmo muy cerca de la Ermita de San Marcial.