Festival de San Sebastián > Ciclo Georges Franju
Empecemos por el principio. Para ello tenemos que retroceder a principios del siglo XX, a los albores del cine, los pioneros del mudo, a unas películas que por su ingenuidad tiene algo de mágico. Por aquella época, antes de la primera gran guerra, Louis Feuillade (a quien va dedicada esta película en un rótulo final) dirigió algunos de los seriales más exitosos del momento, con héroes enmascarados, supervillanos, y todo tipo de personajes muy novelescos. El equivalente, quizá, desde luego el precedente, de las películas de superhéores que vemos hoy en día. Tiene tres principales sagas: Les Vampires, de la que Assayas haría un gran homenaje explícito en su excelente Irma Vep; Fantomas, que después alcanzaría aún más fama con los capítulos protagonizados por el icónico Louis de Funes; y la que nos ocupa, Judex, en un tono muy similar a las otras dos, y que aquí es recuperada.
Lo que hace aquí Georges Franju,
más que un remake, es un homenaje. Como ya digo, a Feuillade a
través de un rótulo final, y se entiende que por extensión a su
obra, pero de forma general, también lo es a ese primer cine mudo, a
su magia y a su desprejuicio. Por esta razón, Franju apenas
actualiza el material, a pesar de que han pasado 50 años. No le
interesa hacer el Judex de los 60, sólo homenajear. Así que tenemos
una historia absolutamente novelesca, que mezcla elementos increíbles
sin complejos, actitudes de los personajes que son completamente insensatas.
Todo para mantener ese tono naíf donde puede aparecer un circo
ambulante y de él salir la nueva heroína acróbata, porque viene
bien. Donde un entrañable detective con alma de cuentacuentos se
vale de su espontáneo y jovencísimo aprendiz para batallar contra
el mal. Tenemos enmascarados y villanas ceñidas en negro (por cierto, una influencia más de Franju en La piel que habito) como si fuera una especie de Batman del cine mudo.
Franju no sólo ha conseguido recrear,
hasta cierto punto, ese universo de los viejos seriales, también ha
aportado sus propios elementos visuales. Aunque parta de la imitación
directa del original, consigue algunas imágenes realmente potentes,
como la presentación del hombre pájaro desde los pies.
También acompaña con algunas composiciones muy elegantes. En cuanto al
personaje, tiene tan poco interés dramático que directamente ha
elegido a un mago para interpretarlo, Channing Pollock, pues
lo que interesa de verdad es que haga aparecer una paloma.
Definitivamente una asociación clara entre el ilusionismo y las
primeras películas, una unión que siempre ha estado muy marcada.