La música en el cine de Paul Thomas Anderson


26 de Junio de 2012
por Romulo

Le robo el formato a mi compañero Sherlock, sin vergüenza. Si él se arrancó con un repaso al uso de la música por parte de Wes Anderson, ahora de estreno en estos lares con Moonrise Kingdom, yo reaprovecho la idea para hacer idéntico repaso en este caso al cine de Paul Thomas Anderson. Y prometo posteriores entregas (ando dándole vueltas a la filmografía de Fincher, sin ir más lejos), además de animar y retar a Sherlock a que se atreva él mismo con otras opciones. Sea como fuere, ahora es turno para el segundo Anderson de esta serie.

Nota: Tanto los temas incluidos en este artículo como otros varios pueden escucharse en esta playlist de Spotify.

Sidney: Primeros pasitos

Hard eight, o Sidney, título uno u otro según dónde se cace el visionado, es trabajo iniciático en todos los sentidos, también en el empleo del recurso musical. Más un elemento de ambientación (la música propia de las salas de juego) que otra cosa, si bien encontramos una primera peculiaridad una vez conocidos sus títulos posteriores: Michael Penn y Jon Brion ya colaboraron aquí componiendo el tema Christmastime que interpreta Aimee Mann, e incluso Brion se adornó con aglún que otro tema más. Finalmente, tres apellidos que repetirán en proyectos posteriores, por separado.




 

 

Boogie nights: Tres décadas de fiesta

Y la música se hace omnipresente. A pesar del larguísimo metraje, la banda sonora de Boogie nights no para de encadenar temas, uno tras otro, creando un mapa sonoro inconfundible de las tres décadas por las que transita la historia de la película. Del subidón disco de los 70 al rock más marcadamente noventero en el tramo final de la película. Por definir el método, estamos ante la p.t.anderson movie en la que el director hace un uso más puramente Scorsese de la banda sonora. Muy Goodfellas, por entendernos rápidamente.

En cualquier caso, no son pocos los momentos en los que la música cobra protagonismo y ayuda a magnificar escenas de por sí ya perfectamente planificadas. Os dejo con un ejemplo (una escena muy larga, por otra parte; pero merece la pena recordarla):



Michael Penn vuelve a hacer acto de presencia, por cierto, en la ultimísima secuencia de la película, acompañando el regreso al redil de Dirk Diggler. La música también se hace protagonista con las desastrosas grabaciones de éxitos del momento que protagonizan Walberg y John C. Reilly.




Magnolia: Creación al unísono

La música como parte del proceso creativo. El propio Anderson insiste en que desarrolla el guión escuchando una y otra vez varios temas de Aimee Mann. Varios de ellos, como sabemos, están en el montaje final de la película. Pero no solo eso. Algunas de sus frases forman parte de la voz en off del personaje de C. Reilly y, por encima de todo, está esa desconcertante, brillante y magistral secuencia en la que todos los personajes cantan al unísono la canción Wise up. Los pelos de punta... 

 

 

En paralelo tenemos a Jon Brion, que se encargó de apoyar varios de los momentos dramáticos con una partitura aparentemente gregaria, además de firmar las sintonías del programa de televisión sobre el que giran las historias de varios de los personajes de la película.


Punch Drunk Love: ¡Ese caos tan delicioso!

Máximo protagonismo para Jon Brion, al fin, y lo afronta y solventa con matrícula de honor -y con un arrojo considerable. Estamos ante la confirmación de plena autoría por parte de P. T. Anderson, que juega con absolutamente todo: ritmos, colores, un humor muy diferente, personajes a menudo insoportables... Y la banda sonora responde a rajatabla a los atrevimientos del director, ensamblando ritmos percutivos y hasta molestos a partir de toda clase de sonidos, ruidos y mezclas. En paralelo, un tema melódico que va ganando en presencia según la película avanza y el amor va encontrando su espacio entre los dos protagonistas. Una melodía 100% Brion, para quien conozca otros de sus trabajos (pienso por ejemplo en Eternal sunshine of the spotless mind).

 

Mención especial para el He needs me interpretado por Shelley Duvall, que Anderson rescata del Popeye de Robert Altman -uno de sus ídolos y maestros confesos- y pasado por el tamiz del propio Jon Brion; una exaltación naïf del amor que el directo emplea para expresar el entusiasmo casi juvenil y absurdamente puro con el que el protagonista aborda su impulsivo viaje a Hawaii, tras la mujer amada:

 

 

Pozos de ambición: Nuevos horizontes

Premio especial a la Mejor Contribución Artística en el festival de Berlín, la banda sonora de There will be blood es a la vez una rareza descomunal y un acierto mayúsculo. Anderson se lanzó a contratar a Jonny Greenwood (miembro multifacético de Radiohead) que destapó el tarro de las esencias con una partitura densa, de una atmósfera pesada y compleja, y que convierte algunas de las secuencias en auténticos escenarios de terror intelectual. Conviene escucharla en detalle pero sobre todo conviene repasar la película dándole una escuchada a fondo a cada pasaje...

 

Ahora, Greenwood repite con Anderson en The master, nuevo film en este caso protagonizado por Joaquin Phoenix y Phillip Seymour Hoffman. Conociendo el trabajo anterior del director, es de esperar que no permita a Greenwood acomodarse con una composición similar a la de Pozos de ambición y que le exija arriesgarse, explorar nuevos terrenos. Ojalá sea así.





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Tags: Aimee Mann, Bandas sonoras, Paul Thomas Anderson, Jon Brion, Jonny Greenwood, Boogie nights, There will be blood, Pozos de ambición, Magnolia



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