¿Cómo escribir la crítica de una película tan personal y diferente como Mapa? Me ha golpeado íntimamente, pero esto no le interesa a mis lectores. Será mejor que me resguarde en la seguridad de una reseña en términos relativamente objetivos. Eso es. Hablemos de subgéneros y de metacine.
No es precisamente habitual que un
documental, llamémosle no-ficción para ser más precisos, funcione
en clave de drama romántico. ¿Existía ya el "documental
romántico"? Seguramente podremos encontrar precedentes más o
menos acertados, pero en cualquier caso es una apuesta muy arriesgada
que funde un género tan frío y aséptico como es el documental con
el tono necesariamente sentimental y evocador del romántico. Un reto
que León Siminiani supera con nota. Consigue entretejerlos
sin dejar a la vista las costuras. Quizá la bisagra que une estos
dos mundos viene dada por una cinefilia apasionada, que se vuelca en
la película a modo de continuos guiños y autoreferencias. Un doble
juego: gracias a su cuidado por las formas cinematográficas, citadas
de forma explícita, nos adentramos en la ficción y en la magia del
cine romántico; por sus autoreferencias y por todo el proceso de
elaboración nos mantiene atados a la realidad del documental. Se
permite así, vagar sin tema definido, consiguiendo ciertos elementos
de intriga y sorpresa. Se recrea con puras metáforas visuales. Juega
deliciosamente con la música y el montaje para conseguir una
experiencia de romanticismo anclado en la realidad. Especialmente
brillante el montaje en cuatro minutos como recuperación de una
elipsis exagerada, con ese excelente tema de Underworld que
avanza pero está siempre en el mismo sitio. Recuerda un poco a la
elipsis similar de Looper. La película está llena de
detalles formales de este tipo que funcionan de maravilla.
Sí, todo esto es meritorio y el
resultado es excelente, pero no es lo que me ha dejado sin
respiración, lo que me ha removido por dentro. No se puede medir en
estos términos una obra tan desgarradoramente sincera como esta. Se
hace necesario una crítica subjetiva. Que Siminiani decida hacer un
diario no es especial, quien más, quien menos, en una situación
como esa escribe uno, escribe cartas que no envía, escribe sus
recuerdos, o los dibuja, o simplemente los mantiene en la memoria.
Siminiani lo graba, pero la gran diferencia es que él la muestra al
mundo, buscando que su autoayuda sirva para alguien más. Se desnuda,
sin ocultar su patetismo, para todos nosotros. Nos invita con osadía
al "ritual del olvido", en una de las secuencias más intensas
que recuerdo en cines. Porque te habla en segunda persona, porque te
quiere hacer partícipe más que como un mero espectador, y no te ha
preguntado si estás dispuesto a ello. Te exige buscar dentro de tus
propias experiencias como él lo está haciendo. Como en La
historia interminable, llega un momento en el que la obra no
puede continuar si tú no gritas el nombre de la emperatriz infantil.
Y quizá no estés dispuesto a jugar. Quizá no estás preparado.
Es difícil rechazar su propuesta
cuando exhibe sus errores, sus tropiezos, sus equivocaciones. Cuando
se confiesa perdido, cuando se muestra débil, cuando no oculta su
fracaso. Una película que me ha desarmado. Un artefacto que más
allá de sus virtudes estéticas, tiene el valor de instalarse en
algún lugar donde no quieres mirar y explota con una energía
ineludible. Una película necesaria y una muestra de cual es el
verdadero valor del arte.
Y sí, tiene un ritmo inteligente,
momentos cómicos, audacias formales, y toda una serie de elementos
virtuosos, pero en este caso, es lo de menos.