Las buenas intenciones y maneras de la película Estigmas de Adán Aliaga se van desmoronando poco a poco según se va cayendo la película y su personaje bonachón, que sin lograr el cariño del público logra la incomprensión.
La película comienza por derroteros comprensibles hasta razonables, quiere decir esto que acudir a ella es acudir entendiendo que pueda necesitar algo de paciencia y un ritmo tranquilo, pero según la sangre empieza a manar, o es complejo entender su camino o no se sabe explicar desde la dirección y el guión el calvario del personaje.
Manuel Martínez, el popular lanzador de peso que repite interpretación en El Capitán Trueno y el Santo Grial, permanece evidentemente mucho tiempo callado para evitar sus frases, en algunas ocasiones con claro delirio de entonación, y su compañera, Marieta Orozco, atrayente como siempre, magnética, logra al menos sostener una parte final muy sosa y apagada.
El giro renovador, con un espectáculo circense como recurso pero a modo español, logra distraernos algo pero el lento y blanco paso de escenas, sin firmeza en los sentimientos de los personajes, demasiado fugaces, nos termina por desesperar en lo que se transforma una película pobre, complicada y sin carisma.
Una lástima.