Las primeras impresiones sobre Argo que puedo llegar a trasladar es que se trata de una película que no me ha aportado nada o casi nada. La sencillez de su propuesta, que únicamente demuestra un tratamiento serio a sus situaciones en la escena inicial, va cayendo en picado hasta llegar a la situación de cine de acción sin acción de la industria de siempre.
El excepcional trabajo de ambientación no es suficiente para meterme en una película donde poner barba y caras serias a su protagonista no me ayudan a permanecer con cierto interés profundo en una trama que aunque basada en hechos reales, disfruta de pocos méritos en cada una de las conversaciones pueriles que la componen.
Sus momentos y recovecos rozando la parodia, su poco inteligente falta de beligerancia hacia un género definido aprovechando la presencia de Hollywood como un divertimento más que como una función en sí en la consecución del fin político, no ayudan para nada, al menos en mi persona, a digerirla como algo serio. Es tiernamente otra película de propaganda estadounidense con un tinte de fotografía en sepia.
Si resulta útil o no en términos de espectador el acercarse a verla, si es realmente merecedora de invertir cualquier parte de dinero en ella, no es una cuestión que se deba de dilucidar por la crítica que es en gran parte unánime, es una película por encima de la normalidad pero, bajo mi punto de vista y gusto, ramplona y sencilla con un director ágil pero aún sin fuerza.