Drive lo tiene todo, y punto. Esta podría ser una genial propaganda para la película de Nicolas Winding Refn. Y encima es cierto.
Drive posee una historia interesante, un argumento para preocuparse y crear expectativas sobre el final. Sostiene varias, quién es él, acabará con ella, y ahora qué, se desangrará…
Drive posee una banda sonora perfecta para todos sus momentos. Tan adecuada que pareciera que se ha generado primero la música y luego la dirección.
Drive tiene una dirección controlada y perfecta. Se para, arranca, decelera, acelera, se aparca y compite, es una gozada elaborada con el cariño a un personaje con el que es sencillo pasar tus días de cine.
Drive posee a Ryan Gosling, al tipo con cara de palo que inquieta pero transmite curiosidad. El hombre tranquilo y frío. A ritmo de narración de partido de baloncesto, de emisora de la policía y con un coche simplemente danza en pantalla porque sabe poner cara y cuerpo de eso, de personaje central de una película.
Cada segundo destila templanza y raciocinio del saber contar. Cada fotograma está vertebrado por una fotografía sublime en cuanto a la personalidad propia de sus claroscuros y tonos intermedios de luz.
La noche es otro portentoso protagonista. Una noche con carreteras de carriles a cientos, de inmensidad de luces en las que perderse, una noche en la que si no eres un buen conductor no puedes ser un malo bueno.
Una película perfecta, eso sí, no apta para todos los amantes del cine. Sólo se tolera si se rebusca en el sacrificio de un héroe de chupa grisácea.