La fluidez de esta comedia francesa, que se olvida completamente de lo peor con alevosía y no reprocho nada por ello, es una alegría para los entusiastas espectadores que del boca a boca sufrimos un incuestionable listado de razones para acercarnos.
Los chistes son cercanos, modernos, apabullantes para ciertas edades, normalizados para las más jóvenes y el drama de la silla de ruedas, aún mayor con la tetraplejia poco pragmática, como parafraseando el guión, un poso que en ocasiones desaparece, como su importancia para el personaje protagonista uno.
En cuanto al personaje protagonista dos, el de siempre, el de las barriadas que nosotros no conocemos en esa forma y manera, sigue siendo el grito entusiasta de una sociedad que lucha por aunar en un clima de separación. La historia que hay detrás avala con creces la historia, por eso creo que en muchos momentos la locura del Rey Jorge es entendida como un soplo o calada de aire fresco que también se nos aporta al espectador medio.
Si a esto le unimos el buen hacer de un profundísimo y ambiental Ludovico Einaudi en la banda sonora más sentimental y una caída de párpados relajados por la grandeza de la vida celebrada aquí, uno se deja llevar por una película que no podrá llegar a más grandes cotas en su sector, pero que ya ha logrado el objetivo principal, que el público le quiera.
Ir a ver Intocable no es una pérdida de tiempo. Es sin duda alguna aprovechar el tiempo. Es hacerse con una comedia que no tiene de ligera ni estúpida nada de nada.