El ala oeste de la CasaLincoln
La purista y jurídica película del presidente más famoso de la historia del dólar pidiendo permiso a George Whashington también presente en el film, no es más que una agónica, pero curiosa y muy decente, tendencia de escenas impacientes por mostrar el lustro del discurso de un hombre que con la calma parece que hizo maravillas.
El espléndido trabajo de Daniel Day-Lewis, con los matices y gestos absolutamente medidos, ayuda mucho a hacer emocionante un devenir de conjuras políticas al mismo ritmo que las actuales, pero que al estadounidense medio debe de promover alegría y orgullo.
Steven Spielberg fotografía bien y coloca bien en escena, como siempre, pero no es suficiente, porque como no hay aventura ni emociones potentes, simplemente un lacónico caer de pelucas y trajes ornamentadas por casas de época y madera con terreno perdido en el este de un país perdido pero altivo, no tiene sentido un manejo más impetuoso.
Por tanto, el homenaje, único recurso, no sirve en el resto del mundo, y de ahí el asombro de que pudiera ser una película simplemente bien hecha y buena, con faltas a la historia rezan por los cuatro rincones. Pudiera hasta haber destacado en la quiniela de los Óscar.
Y esto no es un rechazo, ni siquiera un pincho en la rosa, se trata únicamente de una descripción precisa de la falta de agalla y demasiada prosa en un trabajo firme y conseguido, pero triste y amenazado por su propio tiempo.