Mis pensamientos sobre Moneyball: rompiendo las reglas

Moneyball acierta en el universalismo de su temple, es decir, en su desligamiento de lo puramente estadounidense, sin perderlo, a favor de un resto del mundo que pueda soportar el film sin imágenes de un deporte que no entiende.

Oliver Stone ya consiguió lo mismo pero desde un punto de vista de montaje espectacular, siendo bello el contenido y no por ello pesado, con su Un domingo cualquiera.  Aaron Sorkin y Steve Zaillian logran un entramado de frases de baseball que no tienen por qué ser necesarias para entender el argumento ni la trama, y si a eso le sumas el magnetismo de héroe de un Brad Pitt cada vez mejor, tienes una película comercial, llena y fluida.

Sólo los actores de carácter pueden llevarse encima películas como esta, sólo ellos logran que podamos hasta mostrar más calma en los momentos duros donde el deporte hace estragos en la normalidad de una sala de cine. Con la fórmula de Bennet Miller, tranquilo, de personaje, de escenas clave y conversaciones bajas, podemos dejarnos llevar lentamente.

Y viajando al terreno de la victoria, sin que esta tenga importancia, cosa que no pasaba en los años 80 y 90 en el deporte filmado, jugamos al juego de los sentimientos, al de la profundidad de un personaje que justifica su pesadez de pelota y vestuario por estar en juego su vida, por delante y por detrás, es ahí donde el film es creíble y cierto, es ahí donde reposa la categoría de la película, es ahí donde llorando al final del film podemos darle más estrellas a Moneyball: rompiendo las reglas.