Este jueves estrenan Godzilla. Ha tenido, de momento, una acogida razonable entre la crítica americana, buena aunque no especialmente entusiasta. De momento, yo tengo altas expectativas, a pesar de que las películas de este famoso monstruo nunca me han interesado. Ahora os cuento por qué.
Me interesa el director, Gareth Edwards. Esta es su segunda película, después de Monsters. La pudimos ver en la semana de terror. En mi crítica, expuse los pros y los contras aunque, con el tiempo, me siguen interesando los puntos fuertes mientras que achaco los débiles a un bajísimo presupuesto y a que era su primera película. Se trataba de una historia original de grandes monstruos -que su segundo trabajo sea Godzilla no es casual, claro- rodada sin apenas medios, y centrada básicamente en una historia humana, que recordaba más a películas como El año en que vivimos peligrosamente o Salvador. Se decía además, que era una especie de Lost in translation con monstruos. Sin duda, una apuesta atrevida. Lo curioso es que, más importante que los ataques monstruosos eran los pequeños detalles atmosféricos, como un tren abierto al calor de la noche, una pareja caminando por la selva. Rompía completamente los clímax para contar una alegórica historia de amor.
Y ahora, Godzilla. Y ya hay quien se está quejando de que el monstruo tarda demasiado en aparecer. Que la historia se centra demasiado en las personas y no el gran saurio, o incluso que han cambiado la explicación del origen. Quizá el problema se encuentre en que han ido a ver Godzilla.
Lo que yo voy a ver, lo que espero encontrar, es una historia evocadora, cargada de poesía visual, con una estética cuidada gracias a la fotografía de Seamus McGarvey, responsable de las últimas películas de Joe Wright (Expiación, Anna Karenina...), de Las horas y también de un taquillazo visualmente tan divertido como Los vengadores. Quiero que Alexandre Desplat -posiblemente el compositor más interesante en activo- saque todo el partido musical a las imágenes, tanto en el aspecto intimista como en el épico. Pero sobre todo, quiero que Edwards use al monstruo como prefiera para contarnos su historia. La que él quiera, sin importarme los precedentes, los orígenes o cualquier cuestión de respeto a la francquicia. Quiero sentir el viento en la cara de los paracaidistas, oler el salitre, y ver una silueta fantasmagórica sobre la ciudad.
Y para rematar, disfrutar de un reparto de lujo, con presencias como la del siempre convincente Ken Watanabe, el camaleónico Aaron Taylor-Johnson (de nuevo nombraré Anna Karenina), o la muy interesante Elisabeth Olsen (Martha Marcy May Marlene). Sally Hawkins (una de las mejores secundarias del año pasado, en Blue Jasmine). Para los fans de Breaking Bad, Bryan Cranston. Y dos bazas seguras como son Juliette Binoche y David Strathairn.
Por último, comentar que Edwards, antes de dirigir se dedicaba a los efectos especiales, y de hecho en Monsters él trabajó también en ellos, con excelentes resultados para el precario presupuesto. Aquí podrá sacarles todo el partido.
Todo está dispuesto. Veremos si funciona.