Por qué os recomiendo 'Locke'

Esta semana Vértigo Films se ha atrevido, finalmente, a estrenar Locke. Lo digo porque ha costado, llega con algo de retraso respecto a otros países. Pero se agradece la valentía, que no quepa duda. No olvidemos que, sin ir más lejos, una película como Under the skin sigue a la espera de verse en salas españolas. Habrá que esperar de hecho al próximo Festival de Sitges, donde me dicen que la incluirán en la programación de este año.

Pero me centro en Locke. Y lo hago hablando, primero, de Buried. Son dos películas que tienen mucho que ver y, al tiempo, absolutamente nada que ver. Poquísimas películas hay en las que durante toda la narración solo veamos a un actor. Uno solo, ni un compañero, ni un secundario, ni un extra. 80 minutos de Tom Hardy, en este caso. O de Ryan Reynolds en el caso de Buried.

Esto no quiere decir que no haya diálogos, interacción humana. Precisamente ambas películas se construyen sobre continuadas conversaciones telefónicas. Tranquilos, que no estoy desvelando nada. No pienso hacerlo. Solo quiero traer a colación algunas características de la película, ponerlas sobre la mesa, sin comprometer su visionado, picaros la curiosidad, animaros a verla.

Como decía ambas se construyen sobre un único rostro y múltiples conversaciones telefónicas. Reynolds en un ataúd, Hardy al volante, en plena autopista. Y hasta aquí las coincidencias -que no son pocas.

El acercamiento que Steven Knight hace hacia su personaje (suyo al cien por cien, es también el guionista) y la noche de la que somos testigos es seco, emocional. Muy directo, de algún modo. Mientras que Rodrigo Cortés en Buried es infinitamente más exuberante, muy centrado en aumentar paulatinamente el suspense y sobre todo en que cada secuencia sea visualmente distinta de la anterior. En resumen, de no aburrir ni un minuto al espectador y atacarle sin descanso, no dejarle respirar, abrumarle con nuevos ángulos, nuevos movimientos de cámara, nuevos instantes de repentino y brutal montaje.

Knight deja que la cámara esté muy cerca de Tom Hardy, a su alrededor, jugando a situarlo dentro y fuera de foco, en plena noche. A partir de ahí, no se preocupa de mucho más, en ese sentido. Se preocupa del recorrido emocional de su protagonista. Y éste es brutal, dramático, melodramático a veces, incluso.

Lo que Knight construye es una historia de verdad, el drama de un hombre cuya vida se hunde por momentos, y sin salir ni un minuto del asiento del conductor. Espectacular y muy meritorio, sí. Consigue sentarnos y no movernos… pero porque no queremos movernos: ese hombre quiere hacer las cosas bien, pero quizá ya es tarde para él. Y somos testigos.

Por plantarle un 'pero' y darme el gustazo de ser exquisito: recientemente la gente de A24 (responsables de distribuirla en USA) lanzaba un vídeo, el clásico detrás de las cámaras, titulado "Hamlet en la autopista". Bien, sin duda hace referencia a esos interludios puntuales que tiene la película, una suerte de soliloquios con Hardy enfrentado a su propia imagen en el espejo retrovisor… Curiosa la mención a la obra de Shakespeare. Recuerdo que precisamente el espejo era el elemento utilizado por Kenneth Branagh en su Hamlet para lanzar el famoso "Ser o no ser". Ahora este nuevo Hamlet lucha contra sus dudas, contra su culpa. Son como decía meros interludios, pero algo artificiales e innecesarios, ya que verbalizan lo que de forma más hábil y sutil ya se nos deja entrever en los diálogos con el resto de personajes. También entiendo que Knight quisiera asegurarse de llegar al menos a un metraje final de 80 minutos. Un peaje.

Locke es cine con gran ritmo. Con una interpretación brutal a cargo de un Tom Hardy espectacular, veraz, de carne y hueso. Con un guión muy bien trabajado, hilado con gran inteligencia. Con una buena historia, contada de un modo arriesgado pero, finalmente, muy eficaz.

Locke es la película que os recomiendo para este fin de semana.