Polanski, en riguroso orden (II)


02 de Agosto de 2010
por Romulo

(Viene de Polanski, en riguroso orden (I).

#10 - El escritor

Otra película sobre la que he escrito ya, aquí en Precríticas. Es, de hecho, su última película hasta la fecha, terminada poco antes de ser detenido en Suiza. Adapta un best-seller con una trama muy ligera, pura intriga de entretenimiento (a pesar de la semejanza de su personaje clave respecto al ex Primer Ministro inglés Tony Blair).

No me extenderé pero sí remarcaré que, frente a quienes quisieron ver un trabajo menor, me decanto por una pieza de consumo sencillo que Polanski eleva con una caligrafía narrativa sobresaliente, propia de un maestro del género, como demuestra, sin ir más lejos, su fantástico desenlace.

Podéis consultar mi postcrítica aquí.

#9 - Macbeth

Tras la muerte de Sharon Tate, Polanski se decantó por un proyecto oscurísimo: La adaptación de Macbeth, la pieza maldita de Shakespeare. También lo fue para él: Escenarios naturales inundados, enfermedades, todo tipo de imprevistos… Todo sumaba a la reciente tragedia personal vivida.

Para colmo, cuando Polanski pensaba solicitar un estreno londinense bien cuidado, el estudio -sin consultarle, y casi sin avisarle- estrenó en Estados Unidos sin apoyo promocional y en muy pocas salas. La repercusión inicial fue, lógicamente, nula, y el efecto dominó acabó por arruinar la carrera comercial del film en todo el mundo, salvo contadísimas excepciones.

Con el tiempo, la consideración crítica hacia este Macbeth ha crecido, hasta el punto de ser considerado por muchos como la mejor adaptación de Shakespeare al Cine. Su osadía no fue apreciada, en su tiempo: El perturbador conjunto visual de las brujas en su decrépita desnudez; el neblinoso arranque de la película; la visión de la daga flotante en el aire, ante la mano del futuro asesino… Es máximo el cuidado estético con el que Polanski firma una película de atmósfera insana, con secuencias prodigiosas, como la de la pesadilla/visión sobre Banquo y sus descendientes.

#8 - Frenético

Señalan algunos críticos que cuando más asumió Polanski las claves propias de Hitchcock, es decir, con Frenético, es cuando más patinó, y que sin embargo es en otros títulos de influencia más "camuflada" donde supo darles mejor sentido (y utilidad). Es evidente que Frenético no es su mejor película, pero es un thriller muy por encima de la media del género, con un ritmo pausado pero poderoso, con varias secuencias de suspense muy logradas y que, por encima de todo, no pierde la identidad de su director. (¿En cuántas películas de Polanski el protagonista abre la puerta para, con el crescendo musical, descubir el cadáver en el suelo? FrenéticoLa novena puertaChinatown… Es sólo un ejemplo; sólo un detalle, de muchos.)

El tema principal de Morricone ha quedado para el recuerdo pero el resto de la partitura resulta un tropiezo, que estorba más que ayuda, si bien la selección musical de Polanski para la escena del club nocturno soluciona el entuerto, con el conocido momento en que Emmanuelle Seigner, a la sazón tercera esposa de Polanski, baila serpenteando alrededor de un desorientado, torpe y tenso Harrison Ford. El actor norteamericano está perfecto, por cierto, a lo largo de todo el metraje, demostrando que ha sido uno de los más grandes intérpretes de acción de la cinematografía norteamericana.

Inolvidable también la escena del secuestro en la habitación del hotel, al comienzo, casi muda, en la que apenas se nos muestra el secuestro como tal, realmente. Pura maestría narrativa, plenamente visual.

 

 #7 - El cuchillo en el agua

Opera prima de Polanski, que le reportó varios premios y la nominación al Oscar a Mejor película extranjera. De no haber coincidido en el mismo año con el 8 y medio de Fellini, hubiera sido suyo. El prestigio inmediato de la película fue tal que acaparó incluso portadas en EE.UU., además de reportale a Polanski la opción de saltar inmediatamente a Londres y, poco después, a Hollywood.

La película es un prodigio de pulso y sabiduría narrativas. Un barco y tres personajes, tal como ya intentó hacer infructuosamente Orson Welles con aquella Calma total que jamás pudo llegar a rodar y que luego retomó Phillip Noyce (sin ninguna trascendencia). Quizá A pleno sol fue la gran influencia para un Polanski que dotó de una tensión inusitada, casi de relato criminal, a una historia que no contempla ningún tipo de delito ni amenaza semejante en toda la película. Solamente dos hombres y una mujer, y elaboradas lecturas entrelíneas -pero a la vista de quien quisiera/pudiera captarlas- en una época en la que la realidad creativa (y social, en general) era asfixiante en Polonia.

 

#6 - El quimérico inquilino

Extraña cinta de puro desquicie psicológico (al menos si nos centramos en lo que sufre su protagonista, interpretado por el propio Polanski) que fue muy mal recibida en su época.

Pokanski adapta a Topol, uno de los novelistas del género de moda en aquellos años, si bien se toma ciertas licencias respecto al material original. Las osadías formales, el extraño proceso de alienación del protagonista y el doble intento de suicidio final terminaron por despistar al público. Pero el paso del tiempo ha reconocido la valía de una película importante y precursora de muchísimas otras. Irregular, tal vez, pero fascinante, magnética, definitoria del mejor y más oscuro Polanski. Una cinta de culto, aupada por una lúgubre y maravillosa banda sonora de Phillipe Sarde.

#5 - Cul-de-sac

De título de culto en título de culto. La traslación de Beckett al cine (de hecho el co-guionista Gerard Brach y Polanski pensaron en titularla Esperando a Katelbach), o cuanto menos la exquisita traducción en imágenes de un peculiarísimo libreto construido sobre el más surreal y particular sentido del humor.

Polanski reconoce que, en sus jóvenes años de realización de cortometrajes en Polonia, el único arte "libre" que podía llegarles desde fuera lo hacía con la forma del Surrealismo. Su influencia es patente aquí, si bien Brach y Polanski lo extreman y magnifican, llevándolo al terreno del puro absurdo, frío y cómico al tiempo.

El ambiente del rodaje no fue precisamente bucólico, de hecho entre varios actores las relaciones fueron más que complicadas, pero esto incluso benefició a los enfrentamientos en pantalla de varios de ellos. En cuanto al rol femenino, Polanski contó con Françoise Dorleac, hermanísima de Catherine Denueve y que luego fallecería, muy joven, en accidente de tráfico.

Una de mis películas preferidas de Polanski, llena de momentos inolvidables (la "bicicleta"; las omnipresentes gallinas; el coche cubierto por la marea; Donald Pleasance sobre la roca, encorvado como un ave; y un largo etcétera).

#4 - El pianista

Una de sus películas más prestigiosas, aunque lógicamente marcada por su propia temática. Años antes Polanski se negó a dirigir La lista de Schindler (bajo producción de Spielberg) porque ésta se ambientaba en el gueto en el que él estuvo confinado: Cracovia. El pianista, en cambio, se centra en una personalidad muy concreta, muy firme, la del pianista Szpilman, y se ambienta en el gueto de Varsovia. Polanski decidió así, con esa necesaria pero justa distancia, que había llegado el momento de abrir la puerta a sus recuerdos para exorcizarlos Cine mediante.

El resultado es una película redonda, muy sentida, muy académica. Su segundo tramo es quizá el más interesante desde un punto de vista novedoso, convirtiendo a Szpilman en una suerte de Robinson Crusoe, sobreviviendo en soledad en el abandonado gueto de Varsovia.

Es la película que devolvió a Polanski al Olimpo del Cine, incluyendo el Oscar a Mejor Director en suelo maldito para él: Estados Unidos.

#3 - Tess

Obra maestra incontestable. Tess es una película de ritmo lento, extremadamente pausado, pero con un control absoluto del detalle, una capacidad descriptiva del entorno histórico y social (la realidad agrícola de la época) innegable y con una emotividad controlada y hermosa, muy sentida. Hay mucho del carácter de Polanski en Tess, de los D'Uberville (ese era el título de la novela de Thomas Hardy), así como él asegura que lo había en el carácter de Sharon Tate.

Fue el libro que ella le recomendó varias veces antes de morir. Con el tiempo, Polanski lo recuperó y se lo dedicó ("to Sharon", rezan los créditos iniciales justo antes de desaparecer). Para protagonizarlo, en un rodaje que se alargó y encareció más de lo esperado, el director polaco descubrió a Nastassja Kinski, que conformó un personaje inolvidable. Una superviviente nata abocada, paradójicamente, a un final trágico.

Durante el rodaje, Unsworth, director de fotografía de particularísimo estilo, falleció dejando mucho de película por rodar. Le suplió Ghislain Cloquet, que supo mantener el tono de Unsworth, solventando la papeleta con nota. Por su parte, la música de Philippe Sarde, en su segunda colaboración con Polanski, redondea el resultado final de una de sus mejores películas.

Francis Ford Coppola estuvo a punto de mutilar la cinta tras hacerse con los derechos para su distribución en EE.UU., para lo cual quería trabajar un nuevo montaje final, pero Polanski pudo echarse atrás a tiempo. Él tenía la razón: Múltiples premios, incluyendo la nominación al Oscar a Mejor Película, avalaron su decisión y su montaje.

#2 - La semilla del diablo

Podría estar en el número 1 de este particular ranking, en una decisión dificilísima, pero finalmente opto por reservarle la segunda plaza. Película de género de innumerables méritos, siendo uno de ellos el hecho de partir de una mediocre novela de Ira Levin que Polanski lleva a su terreno: No era del todo difícil, ya que pudo encontrar muchos elementos que también podemos detectar en otras de sus películas, como Repulsión o El quimérico inquilino.

Todo en este film es puro acierto e inspiración, en todos sus detalles y facetas: Desde la banda sonora, con esa nana inolvidable, que canta la propia Mia Farrow, hasta el ya célebre corte de pelo de Vidal Sassoon que una pálida y ojerosa Farrow muestra durante el tramo final de la película.

Polanski consigue partir de un planteamiento de telefime, con los pintorescos (y sectarios) vecinos, la parejita (con actor en paro incluido) y el deseado embarazo, para desarrollar una trama de alienación, paranoia y puro desestabilizamiento mental, narrándolo desde donde mejor se le da: El punto de vista de su propia protagonista, rehuyendo distancias y seguridades; la ambigüedad como elección formal.

La semilla del diablo no sólo funciona perfectamente como película de género, sino que atesora varias escenas para el recuerdo (como su propio final, con la madre asumiendo finalmente que, sí, ese es su hijo: acunando al hijo del diablo) y fue la madre de una larga ristra de títulos muy conocidos. Película como El exorcista seguramente no existirían sin La semilla del diablo. Influyente hasta la náusea.

#1 - Chinatown

La joya de la corona. Quizá la más perfecta película de Polanski. Mucho se ha hablado del rodaje de Chinatown pero todos sus responsables (desde el productor, Robert Evans, hasta la estrella de la función, Jack Nicholson) insisten siempre en que el ambiente de rodaje, salvo la mala relación entre el director y Faye Dunaway, fue mucho más relajado y cordial de lo habitual en este tipo de superproducciones. Preguntado una y otra vez por la que muchos consideran su obra maestra, Polanski reconoce siempre que Evans le dejó rodar la película tal y como él quiso, con total libertad.

El resultado final de Chinatown no es solo mérito de Polanski. Lo es en gran parte, pero también del estado de gracia de absolutamente todo el equipo: La terrosa fotografía de Alonzo; el guión de Robert Towne, poco menos que una pieza de relojería; la elección de los actores, perfectos todos ellos (incluyendo a un acertadísimo John Huston); la impresionante banda sonora de Jerry Goldsmith (de gran mérito si conocemos que fue compuesta de urgencia, a un par de semanas del estreno); absolutamente todo, y todos.

Chinatown funciona porque no repite los esquemas del clásico film noir que pretende homenajear, sino que reaprovecha sus claves para adulterarlas y desarrollar un relato propio: Donde había sombras, oscuridad, claroscuro y noche, Polanski inunda su película de luz, y rueda gran parte de sus secuencias de día. La paleta de colores se acerca al sepia. Y, ante todo, huye de la teatralidad de los clásicos del cine negro para involucrarse con el personaje protagonista y su mirada: Durante todo el film, vemos justo lo que ve Gittes, el detective interpretado por Nicholson.

De hecho, quizá el recurso más empleado por Polanski es el travelling de seguimiento, mostrándonos todo, a nosotros espectadores, siempre por encima del hombro de Gittes. No aparecemos ya en cada escena, en cada localización, sino que entramos en todas ellas siempre con él, o más exactamente tras él. En definitiva, Polanski opta por traducir en imágenes lo que en literatura identificamos como narración en primera persona.

Y, como trasfondo, el agua (muy presente durante toda la primera parte del film; "más agua aún", llega a musitar en una escena Jack Nicholson) y poco a poco, ganándole terreno, el trasfondo casi maldito del barrio de Chinatown. Una sombra, un recuerdo voluntariamente difuso, que se hace imagen (y tragedia) en la última escena. "Olvídalo, Jake, es Chinatown". Y final. PERFECTO. 

 





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