Joss Whedon, que hasta ahora no parecía haberse interesado en material de este tipo, llega en breve a nuestras carteleras con la enésima adaptación de un texto de William Shakespeare: Mucho ruido y pocas nueces. Claro que lo hará no con una de esas versiones prácticamente literales, fieles hasta lo febril; sino con una de esas cintas que basan su chispa en la gracia, precisamente, de la adaptación.
También ocurre, a menudo, que el excesivo énfasis por alejarse de los corsés del material original acaban por marear y hacer perder todo sentido al esfuerzo de su responsable -sea quien sea, que los ha habido de todo pelaje. La gracieta de trasladar al príncipe Hamlet al espacio exterior, por sí sola, no valdría para justificar la película, si la hubiese.
Por otra parte, es evidente que una simple filmación respetuosa del material original de Shakespeare, hoy, no nos lleva por norma a ninguna parte, si no se realiza un esfuerzo de lectura e incluso traducción, entendiendo las exigencias de nuestros tiempos y, sobre todo, a los espectadores a los que toca dirigirse. Han cambiado las tornas.
El "guionista" más utilizado
En realidad, no sabría decir si Shakespeare es a quien más veces ha recurrido el cine, lo dudo. Hay muchas fuentes recurrentes, algunas de ellas obvias: ¿Cuántas veces se habrá utilizado material bíblico? Mejor no comenzar la cuenta…
En cualquier caso, está claro que el número de adaptaciones, oficiales o (bien o mal) disimuladas, audaces, fieles, torpes… ¡de todo tipo!, son innumerables. Y continúan, como podemos ver.
Así pues, venir aquí a repasar todas ellas sería una quimera, una locura, por lo que voy a limitarme a rescatar algunas, aquellas que más cosquillas me producen, que más me turban, o divierten, o fascinan, para que de este modo, al menos, pueda servir como una suerte de recomendación para neófitos, o para aquellos interesados en la materia que, por el motivo que sea, no hayan visto aún alguna de ellas.
MACBETH, Orson Welles. 1948.
El texto maldito del Bardo adaptado por uno de los grandes genios del Cine. Ocurre que Welles afrontó la adaptación cuando ya no contaba, precisamente, con el permiso de inversores para gastar grandes sumas, y es fascinante comprobar cómo se las arregla para montar un producto de calidad entre cartón piedra y escenarios limitadísimos. Aún así, consigue conferir a la película un tono solemne y, sí, sin perder ese aura maldita, y jugando continuamente con los claroscuros para mantener visualmente sumergido al protagonista en su mar de dudas…
JULIO CÉSAR, Joseph L. Mankiewicz. 1953.
Lo tengo que decir, aunque peque de mitómano: Estamos ante una adaptación escrupulosamente clásica, y no me vale la excusa de que, claro, es del 53 (porque ya vemos mientras, en aquellos tiempos, lo que estaba haciendo Orson Welles), pero si la incluyo aquí es por una escena, ya legendaria. Ya sabéis cuál, y si no, un nombre como pista: Marlon Brando.
CAMPANADAS A MEDIANOCHE, Orsen Welles. 1967.
Sigo con Welles. A día de hoy sigue siendo uno de los empleos más audaces del material legado por Shakespeare: Extrayendo textos de aquí, de allá, y ensamblándolos a su antojo, construye el relato que, simplemente, a él le da la real gana, obteniendo momentos mágicos. Imprescindible, una de las muestras máximas del genio e inteligencia de Welles.
MACBETH, Roman Polanski. 1971.
Si hay otro director al que el carácter maldito de Macbeth le sentaba como un guante, ese era Polanski. De hecho, asume el reto poco después del asesinato de su esposa, Sharon Tate, en la consumación de un ejercicio de narración oscura y pesimista como pocos. Polanski le da la vuelta al modo de llevar a Shakespeare a la pantalla, con una crudeza inusitada, desnudando a las brujas, también a Lady MacBeth e incluso interiorizando (mediante el recurso de la voz en off) algunos de los monólogos más célebres de la obra, haciéndolos convivir con aisladas 'declamaciones'.
RAN, Akira Kurosawa. 1985.
Adaptación muy libre de El rey Lear, una de esas espectaculares maravillas -indescriptible espectáculo visual- firmadas por el gran Akira Kurosawa. Todos los temas de la obra, la traición en el seno de la familia, el odio, el rencor, la envidia… todos están en la película, pero llevados plenamente al terreno de su director, en una película bélica de una solemnidad y un colorido hermosísimos.
MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES, Kenneth Branagh. 1993.
Puede parecer un título menor en esta lista, donde quizá alguno esperaría que, más bien, figurase su Enrique V, pero a mí el tono ligero e intrascendente de Branagh en esta adaptación me gana y me convence. Desconecto, olvido toda exigencia de credibilidad y, simplemente disfruto, a pesar de Keanu Reeves y otra cuestiones… ¡Divertidísima!
RICARDO III, Richard Loncraine. 1995.
La rescato pero reconozco tenerla algo olvidada. Sin embargo sí recuerdo la sorpresa que me supuso, en el momento de su visionado. La gracia, evidentemente, estaba en el traslado de la acción a una ficticia Gran Bretaña en plenos años 30. Merecerá la pena rescatarla. Imponente Ian McKellen como Ricardo III.
HAMLET, Keneth Branagh. 1996.
El Branagh opuesto al de Mucho ruido y pocas nueces: el ambicioso, el pedante y petulante. Pero aquí va tan al máximo, tan a tope, acelerando sin precaución, que en su afán desmedido de éxito consigue que la opulencia y la grandilocuencia de la propuesta acaben por funcionar -aún cuando entiendo, siendo tan excesiva, que no es plato de todos los gustos-. Má de 4 horas de escrupulosa interpretación teatral, retrasando la acción varios siglos y sin escatimar en un deslumbrante trabajo de dirección artística y puesta en escena.
LOOKING FOR RICHARD, Al Pacino. 1997.
De nuevo Ricardo III, al que aquí interpreta Pacino. O no, más bien Pacino interpreta a Pacino preparando el papel, el personaje. La película viene a seguir a un grupúsculo de actores de auténtico nivelazo mientras trabajan, preparan y adaptan la obra de Shakespeare. Parece que la obra se rodó tan a salto de mata, entre otros rodajes, que varios de los actores acabaron hasta los mismísimos de Pacino; pero a nosotros no nos importa, el resultado es tan interesante como delicioso.
Sé que quedan varias en el tintero. Alguna clásicas, que más de uno no me perdonará no haber incluido, también algunas adaptaciones camufladas pero evidentes, como El Rey León. Por otra parte, las hay no tan evidentes: ¿Es Mi Idaho privado una variante de Enrique IV? E incluso unas pocas tratan sobre representaciones de obras suyas (como la reciente y premiadísima César debe morir).
No importa. Son en verdad numerosísimas y yo solo he traído aquí un pírrico puñado de ellas. Con más tiempo para rebuscar y tirar de memoria, probablemente añadiría gustosamente alguna otra, pero sí podéis tener claro que estas que he citado os las recomiendo con plena confianza. Ahora toca ir al cine, a disfrutar de lo que tenga que aportar Joss Whedon. En sus manos está.